Habitantes de Rioverde:
Estamos congregados aquí para
celebrar una vez más, el aniversario de la fundación de nuestro pueblo. En este
año y en este día se cumplen trescientos noventa y dos años que tal suceso tuvo
lugar; pero para que ello haya tenido efecto, fueron necesarias ciertas
circunstancias que mediaron para que fuera factible.
Una de ellas, la primera, fue la
pacificación del Bajío y de la región del valle de Rioverde, llevada a cabo por
Juan Valerio de la Cruz, descendiente de los reyes de Texcoco, nombrado para
ello por el Virrey Don Luis de Velasco,
el 1º. Debido a esto, antes de que se conociera con exactitud la fecha de su
fundación y sus autores, se le considero como el fundador, no siendo en
realidad, más que el pacificador; pero tal hecho abrió las puertas de la región
a los beneméritos frailes Franciscanos, ya que la pasificación tuvo lugar por
los años de 1538 a 1539.
Fue
el primero de los Franciscanos en pisar nuestro suelo, Fray Juan de San Miguel,
el que habiendo fundado el convento de San Miguel en el sitio que hoy ocupa la
Ciudad de San Miguel de Allende, se aventuro a reconocer “las tierras de guerra
de la Guachila”, encaminándose al valle por la hoy Sierra Gorda de Querétaro,
pasando por Puxinquía, según informo mas tarde.
Su
expedición se verifico por los años de 1540 o 1542; pues los autores no están
de acuerdo al mencionar estas fechas.
El viaje de Fray de San Miguel
fue únicamente de reconocimiento; pero esta fue la segunda circunstancia que
medio para que otros frailes de la misma orden intentaran la aventura.
En 1552 y por el mismo camino
llego al valle el primer evangelizador, Fray Bernardo Coussin, francés de
origen.
Recorrió el valle, bautizo
algunos indios y solamente en el lugar que los indígenas llamaban “Las
Macolias”, (hoy laguna de Santo Domingo en el municipio de V. Juárez) fue que
erigió una iglesia de jacal.
Fray Bernardo Coussin había venido procedente del convento de A cámbaro y a él se regreso y algún tiempo después volvió sobre sus pasos, recorrió el valle y siguiendo dirección al Noroeste, llego a un lugar cerca del actual pueblo de Zain, en Zacatecas, donde fue inmolado por los feroces guachichiles al estar celebrando misa.
El martirio de Fray Bernardo se fija en el año de 1556. Por lo menos el suelo de Rioverde no se mancho con sangre de mártires y la vertida por el fraile franciscano abono la tierra virgen, para que en ella siguieran sembrando sus hermanos de religión.
Después de el otro fraile, Fray
Lucas de los Ángeles, hizo una expedición por el valle, mas no se sabe cuál fue
el fruto de ella. Como tampoco la fecha de su entrada.
Sigue corriendo el tiempo y a
principios del Siglo XVII hace su aparición Fray Juan de Cárdenas, el Apóstol
de Rioverde.
Sus antecesores habían llegado
al valle por la Sierra Gorda del hoy Estado de Querétaro, mas el Apóstol,
viniendo del convento de Real de Minas de Xichu, que pertenece actualmente al
estado de Guanajuato, hizo su entrada por la sierra que ahora se denomina de
Bagres, siguiendo el curso del rio Santa María, y posiblemente por la brecha,
entonces vereda, que conduce a las minas
de fluorita. Y ¡cuánta seria su admiración al contemplar a sus pies, desde la
cresta de Mil Cumbres, la visión de ensueño que presentaba la región!
La ciénaga de la Media Luna,
inmensa en aquella época. Las filas de inmensos sauces que delimitaban el curso
del rio, y en toda la extensión que abarcaba la vista, centenares de miles de
árboles diversos. En la sierra pinos enormes y copudos encinos, en el plan, en
revuelta confusión, gigantescos mezquites, pitahayos, nopales y magueyes, en
tanto que haya a lo lejos, rumbo al sur, los infinitos bosques de cedros hasta
perderse de vista por el rumbo del cerro del Vetado.
¿Y la laguna? Milenarios sabinos
que emergían de la sabana formada por los espesos tulares y cuyos altos
penachos marcaban el desagüe natural por donde la laguna vertía sus aguas al
rio. Y entre aquellos frondosos
bosques, muchas, muchas almas gentiles que había para catequizar, y muchas
ellas recibieron del celoso fraile, las aguas lustrales del bautismo y con
ellas el conocimiento del Dios de los Cristianos.
Los habitantes del valle eran
indios nómadas, andaban completamente desnudos y su alimentación la conseguían
de los frutos naturales de la tierra y de algunos animales que cazaban con
flechas. A tales indios se les dio el dictado de “pames”, sin que hubiera tribu
alguna que llevara tal nombre y esto se origino de una confusión, pues al
interrogarles para saber cómo se llamaban, pamie, pamie, que en sui idioma
quiere decir “no entiendo”. Son en todo caso de raza Otomí y su ascendencia el
tronco general chichimeca.
Por Eugenio Verastegui González, Miembro de la Sociedad Potosina de Estudios Históricos.
Lic. Jose de Jesus Alvarado Orozco
Fotografia: Lic. Elena Rodriguez de la Tejera
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