L os rioverdenses que tan apáticos se mostraron
durante la guerra de Independencia y que en las sucesivas convulsiones
políticas casi no dieron color, si se exceptúa el levantamiento del Gral.
Esteban Moctezuma, al tener noticia de la invasión norteamericana se llenaron
de patriótico ardor.
Muchos planes se hicieron en “mesa
redonda”; pero de allí no salió nada efectivo, hasta que siguiendo su propia
inclinación, don Paulo Verástegui, segundo de este nombre, lanzó la siguiente
proclama:
Invitación
“El que suscribe, propietario de la
hacienda de San Diego y ot5ras fincas de campo en el Distrito de Rioverde, para
organizar una guerrilla contra el invasor, invita a los arrendatarios de ella,
de Cieneguilla, Tecomates, Gallinas Adjuntas, Chupaderos y Tamasopo, a que concurran
con él a formar una guerrilla de voluntarios que cuando llegue el caso,
hostilice y persiga al ejército Norte americano y le haga una guerra tenaz y continua
en justa defensa de nuestros derechos y de nuestro honor ultrajado.
Al efecto manifiesto: que si así como
todos y cada uno de los mexicanos estamos obligados a defender nuestra
nacionalidad, tomaremos las armas personalmente porque ha llegado el caso de
que la Nación toda se levante a tomar venganza y reparación de los agravios que
ha recibido, yo, personalmente, así lo haré también, quien además de emplear
parte de los bienes que tengo en ayudar a mis compañeros de armas, para que
nunca por ningún pretexto las dejen de la mano, ni se retiren del teatro de la
guerra hasta morir gloriosamente, o haber acabado con la infame horda de
salvajes que han soñado con la conquista de este hermoso país y de la esclavitud
de nuestra raza.
Deseo lo mismo crear otro estímulo y
recompensar en cuanto me sea posible, a los que conmigo quieran cumplir este
tan sagrado deber por la Patria que hoy más que nunca reclama de todos sus
hijos. Propongo lo Siguiente:
1º.- Todo aquel de mis arrendatarios
que voluntariamente quiera alistarse en mi guerrilla, ofrezco perdonarle la
renta de su casa y de sus animales desde el tiempo que empiece a servir en ella
y mientras dure la guerra.
2º.- Además de ésto, a las familias de
los que tomasen las armas se les dará por mis encargados en cada rancho, dos
almudes de maíz y un cuarterón de frijol semanariamente para su manutención, y
esta mientras lo haya en mis trojes y bodegas y por el tiempo que asistan a la
campaña.
3º.- al que pusiese su caballo, silla
y armas, si alguno de estas cosas perdiere en el servicio nacional, será pagado
su valor por mí a la conclusión de las hostilidades, previa debida
justificación.
4º.- En todas mis tierras de
sembradura serán preferidos para obtenerlas los que se alisten en la guerrilla
y no podrán considerarse con derecho a ellas los que permanezcan egoístas y
sordos al clamor de la Patria.
5º.- a los que por desgracia quedaran
inutilizados, y las familias de los que muriesen en acción, les asignaré de mi
propio peculio una pensión arreglada a las circunstancias.
6º.- Todo aquel de mis compañeros que
se distinga por su valor y su actividad en la guerra en grado heroico,
concluida ésta le asignaré una recompensa vitalicia en la proporción debida,
que consista en bueyes, tierras de sembradura o bestias que les proporcionen el
descanso a que se haya hecho acreedor por su buen comportamiento.
7º.- Todo el botín que la guerrilla
llegue a hacer al enemigo, será religiosamente y proporcionalmente repartido
entre los individuos de ella, según previene el reglamento del Estado, y la
parte que a mí como jefe, pudiese algunas vez tocarme, la cedo a favor de mis
compañeros.
8º.- La guerrilla se pone bajo la
protección de la memoria del Benemérito General Hidalgo, padre de la
Independencia Mexicana y toma su ilustre nombre que llevará en un estandarte
con el siguiente lema: ¡O mexicanos o yanquees en territorio Mexicano! Guerra eterna entre ambas razas hasta
que una u otra acaben en este país.
Bajo estas bases invitó al
alistamiento voluntario para el que quedan abiertos los registros en las casas
de los encargados de los ranchos, a donde podrán ocurrir a alistarse los que
gusten, expresando de qué manera para las respectivas disposiciones.
Por tanto, éxito el patriotismo de
todos, y en virtud de él, espero que se haga por mis arrendatarios un esfuerzo
digno que coopere a la salvación de su Independencia.
San Diego – mayo 20 de 1847 – Paulo
Verástegui.
Según la tradición de familia, se
alistaron “como” ciento cincuenta hombres de entre los arrendatarios,
predominando los muchachos. No era muy “voluntario” el alistamiento, supuesto
que el punto 4º establecía diferencias entre los que se alistaran y los que no
lo hicieran.
Pero de las gentes del pueblo se
incorporaron a la famosa guerrilla “como” 25 individuos, y estos si por puro
patriotismo, puesto que no estaban comprometidos entre los arrendatarios.
Don Paulo proporcionó cabalgaduras
para la mayor parte de la tropa, y exceptuando 120 fusiles que compró el
referido, el resto de los elementos de combate se componía de una heterogénea
colección de armas.
La guerrilla estuvo algún tiempo a la
expectativa, ocupando su tiempo libre en el manejo de las armas, más como ni un
solo “gringo” asomó las narices por Rioverde, habiendo llegado el Gral. Santa
Anna a San Luis Potosí para reunir sus tropas, don Paulo dispuso reunirse con
él, como lo efectuó enseguida.
La guerrilla asistió a la desastrosa
batalla de La Angostura y desbandadas las tropas mexicanas, como es sabido, los
miembros de la guerrilla regresaron a Rioverde, en pequeños grupos, no tardando
en hacer lo mismo su jefe, quien se encontró con que no tenía tropa que mandar.
Echos de Armas en Rioverde. E V. por Jose de Jesus Alvarado Orozco
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