Los Serranos de Quiroz
Eleuterio Quiroz hizo avanzar sus fuerzas en tres secciones, tomando el mano de la
que se dirigió a Santa María del Río, población que tomó y saqueó y en la que
los serranos cometieron todo género de tropelías y depredaciones.
Las otras dos, una hacia Armadillo y
la otra a Cerritos, no consiguieron su objetivo; pues fueron rechazadas por los
vecinos que se defendieron valerosamente.
Justamente indignado Bustamante ordenó a la
Brigada Guzmán que persiguiera a los facinerosos sin darle tregua, no queriendo
(aunque se trató de hacerlo) vista la indecente forma de proceder del Jefe
Serrano, volver a oír proposiciones de ninguna clase.
El desastre fue completo. Quiroz dejo
28 muertos y 17 heridos a los cuales, como no se les podía formar el cuadro,
Guzmán ordenó que se les diera el tiro de gracia.
El prestigio que Quiroz tenía entre
sus congéneres, los indios de sierra Gorda era tal, que en pocos días logró
organizar y tener bajo su mando una respetable fuerza con la que dio pleito al
Gobierno.
¿Y don Manuel? Sencillamente se había
eclipsado. Para combatir al rebelde serrano hasta exterminarlo, fue comisionado
el entonces Comandante Tomás Mejía. Una vez más se puso en acción nuestro
popular refrán de “pa los toros del Jaral, los caballos de allá mismo”; pues el
Comandante Mejía que lo era por autorización expresa del Congreso en decreto
fechado en 3 de abril de 1849, aparentemente estaba al lado del Gobierno; pero
secretamente era el guía de Quiroz, bajo cuyas órdenes había militado en otro
tiempos.
Probablemente Mejía consideró que no
le convenía seguir su juego como lo estaba jugando y que al lado del gobierno
podía sacar más ventaja, cumplió con la orden recibida.
En vista de los sucesos acaecidos y en
previsión de que los serranos volvieses a Rioverde, para cualquier contingencia
y mayor seguridad del Partido de Rioverde, el Gobierno del Estado nombró
comandante Militar al antiguo Coronel de Cívicos, don José Antonio Barragán
para que estuviera alerta y vigilara la región.
Don José aceptó la designación y
contestó al gobierno:
“Con agradecimiento por la honrosa
calificación que hace de mi persona el Excelentísimo señor gobernador acepto
gustoso el nombramiento de Comandante Militar del Departamento de Rioverde con
que se ha dignado distinguirme, entre tantos otros ciudadanos capacitados para
superar las presentes dificultades en aquel Departamento.
“El supremo gobierno puede estar
seguro, no obstante estas, de que animado por los más vivos deseos de
corresponder a sus esperanzas y a las de los ciudadanos que me han obligado a
favorecerme con sus instancias para que me encargue del referido mando militar,
no obstante mi inutilidad, no omitiere medio alguno, ni sacrificio, si fuere
necesario, que no emplee para que se restablezca el orden en aquellas
poblaciones dignas de mejor suerte, y que se afiance una verdadera
tranquilidad.
“Dígnese vuestra señoría a dar cuenta
por lo expuesto a su excelencia el Gobernador aceptando con las protestas de mi
profundo respeto, las de mi consideración y distinguido aprecio.- Dios y
Libertad. San Luis Potosí, julio 6 de 1849.- Antonio Barragán. Sr. Secretario
del S. Gobierno del Estado.
El buen don Antonio no tuvo
oportunidad de probar su lealtad al gobierno; pues los serranos no volvieron a poner
el pie en Rioverde desde el 10 de junio (1849) en que estuvieron en el pueblo
por última vez.
Persiguiendo a su antiguo Jefe, Mejía
penetró en la Sierra Gorda a la que conocía tanto como Quiroz y en las Tetillas
de Concá libró una escaramuza contra los alzados, en la que resultó muerto el
lugar teniente del Jefe serrano: Juan Ramírez.
De allí en adelante Mejía persiguió a
Quiroz sin tregua ni descanso, y aunque el cabecilla serrano eludió cuantas
veces pudo el contacto con el enemigo, tuvo que libar algunas pequeñas acciones
en las que siempre llevó la peor parte.
Eran muy frecuentes las incursiones de
los serranos en las haciendas comarcanas para hacerse de elementos y las quejas
de los afectados obligaban a Mejía a desplegar toda la actividad posible.
No era tan tonto Quiroz como para no
darse cuenta que las cosas iban de veras mal y conociendo, como conocía su Sierra
natal, se internó en ella en precipitada fuga, buscando su salvación en las
fragosidades de la misma.
Una vez más le abandonó la suerte y
obligado a presentar combate en el lugar denominado “Mesa de los Juárez”, fue completamente
derrotado y con sus mermadas fuerzas anduvo a salto de mata esquivando el
bulto, lo que logró por algunos días; pero Mejía, ya sobre el rastro del
bandido lo persiguió sin descanso.
La estrella de Quiroz se apagó cuando
cercado en el cerro llamado “del Doctor”, cayó prisionero de Mejía, en unión de
sus mermadas fuerzas, entre los que se encontraban oficiales y soldados.
La derrota y exterminio de los
serranos tuvo lugar el 3 de octubre de 1849.
Por primera providencia los oficiales
fueron fusilados y los soldados fueron puestos en prisión, Quiroz fue conducido
a Xichú donde se le formó consejo de guerra y aún cuando en sus primeras
declaraciones no quiso decir nada, al transcurso de los días acabó por decir
que el principal promotor había sido un Manuel Verástegui y que el principal
compromiso era volver a sentar en la silla al Lic. Ramón Adame, a quien don
Julián de los Reyes había echado zancadilla en enero de 1848.
Cuando Quiroz cayó prisionero tenía
alrededor de 28 años, era alto, de frente estrecha, ojos pequeños y algo
oblicuos, de mirada penetrante y grueso en proporción. Hijo de indio (su padre
había sido también bandido durante la guerra de Independencia) y mestiza, su
piel no era precisamente morena.
No era muy afecto al alcohol; pero si
a los naipes y a las mujeres de las cuales se aprovechaba cuando caía en sus
manos pueblo, rancho o hacienda, siendo su ejemplo seguido, como puede
presumirse, por sus subordinados.
Fusilado en Xichú en 6 de diciembre
(1849), su cadáver fue embalsamado con yerbas aromáticas para exhibirlo por
algún tiempo como escarmiento o ejemplo de algunos otros que quisieran seguir
su ejemplo, de robar bajo el paño de ser revolucionario.
A Quiroz le sucedió lo que a todos los
bandidos. Cuando hizo su testamento se vio que sus pertenencias eran
insignificantes, pues solo tenía cuatro caballos de campaña, dos miserables
pesos, una reliquia de oro y un borrico. ¡Pero gozó de la vida y recibió el
tratamiento de excelencia!
En cuanto a don Manuel Verástegui,
pasó por que haya sido capitán de ladrones y todo lo concerniente al ramo; lo
que no le persono es que teniendo tanto ascendiente sobre el bandido serrano,
no haya impedido el auto de fe que la gente hizo con el Archivo del
Ayuntamiento, con lo que quedó el pueblo sin historia al desaparecer el
protocolo.
Se ignora de qué manera arregló su
asunto don Manuel; pero después de la muerte de Quiroz, no se le molestó en lo
absoluto y siguió viviendo en Rioverde… en espera de mejor oportunidad.
Desaparecido el bandido serrano,
quedaron algunas pequeñas gavillas de ladrones que siguieron merodeando por el
rumbo y con objeto de no dejarlas prosperar, el gobierno del Centro ordenó la
creación de la tres Colonias Militares, que servirían de “presidios”, es decir,
de fuertes avanzados para controlar a los revoltosos serranos. Una de ellas fue
la de San Ciro de las Albercas.
Hechos de Armas en Rioverde. E.V. por Jose de Jesus Alvarado Orozco
Fotografia: Lic. Elena Rodriguez de la Tejera
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