No duró mucho esto. El nuevo Sacerdote dio una orden y el
ídolo, lo mismo que el madero de los sacrificios fueron conducidos al lugar de
donde fueran extraídos y en un momento quedaron sepultados.
Luego, los indios se despojaron de los vestidos de
ceremonia, las pinturas fueron arrancadas restregándolas con tierra y en pocos
momentos quedaron igual que antes, es decir, unos semivestidos y otros
completamente en cueros. Levantaron la parihuela con el cadáver del viejo y sin
más tardanza se pusieron en marcha.
Es esto, una reconstrucción de la tradición que un pame,
oriundo de Guaxcamá, que había peleado contra la intervención Francesca y peón
del padre del que esto escribe, allá por 1911, relató más o menos, lo que
sirvió para componer esta relación.
Lo curioso del caso que Sostenes Ortiz, pame de pura raza
decía que él ya no era indio, pues había olvidado “la” idioma y nada más
hablaba “castilla”. Y ¿Quiénes serían esos indios guerreros que venían del
norte trayendo consigo a su sacerdote?
¿Por qué los “mecos” (así decía Sostenes a los
chichimecos) trataban de poder a poder con los otros y se encargaban de apresar
a la víctima propiciatoria?
¿Por qué, en fin, obligaban a los indios ya convertidos,
a que asistieran a la cruenta ceremonia?
Y el tal sacrificio podía haber tenido lugar, ya que no hay otros que
hubieran podido servir para el caso, en los cúes que se encuentran en el
ejido de la Loma, o bien en la recién semi explanada (actualmente) de la zona
arqueológica de “La Manzanilla”, situada en el ejido de “El Refugio”, C.
Fernández. Zona que acusa haber tenido, en época muy remota, una gran densidad
de población.
Y hay más. En un fragmento de hoja con escritura de la que se estilaba en la mitad del siglo
XVII, (que se encuentra en el archivo de la Parroquia, entre otras cosas se
lee, (incompleta) esta frase:… y se queja el padre Oviedo, que en algunas
noches los indios abandonan el pueblo y se van a los montes seguramente a
practicar sus idolatrías y no quieren decir ni…
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