El sol casi llegaba al horizonte cuando aquella
muchedumbre hizo alto; esta vez definitivamente, puesto que todos colocaron su
impedimenta en el suelo.
A una orden del viejo que yacía en la angarina, los
indios hicieron una nueva colocación y en cuanto terminaron, los indios que
acompañaban al viejo requirieron de las mujeres los ayates que éstas habían
llevado a la espalda.
De aquellas redes de ixtle extrajeron “maxtles” de
algodón recamados con plumas de vistosos colores, penachos de ondulantes plumas
adornados con espejos de obsidiana, pulsera y ajorcas y, por último, unas
pequeñas vasijas conteniendo pinturas: roja, negra y amarilla.
Aquellos de los acompañantes del viejo que andaban
semivestidos, se desnudaron del todo y tanto ellos como los que andaban
totalmente desnudos, se echaron encima sus vistosos ropajes, colocaron en la
cabeza sus ondulantes penachos y, enseguida, unos a otros se hicieron tatuajes
y dibujos en el rostro y las partes visibles de sus cuerpos.
Llegó un grupo de rezagados que se habían entregado a
cierta misteriosa tarea no lejos del lugar, y en cuanto comunicaron al viejo
que el trabajo que se les encomendara estaba ya terminado, vistieron, a su vez,
sus esplendentes ropajes.
La tarea desempeñada por el grupo de indios escogidos
para el caso, había consistido en abrir un hoyo inmenso, para hacer el cual se
habían valido de palos aguzados y de las uñas.
En el fondo de la excavación había quedado al descubierto
un ídolo monstruoso y un gran cuartón, ambos de madera de mezquite y el último
presentaba en sus costados, raras figuras esculpidas.
Con suma reverencia los indios extrajeron el ídolo y el
cuartón y los condujeron, no lejos de allí, a una explanada bastante grande, en
la que no había arbusto de ninguna clase, solamente hierbas que
instantáneamente quedaron aplastadas bajo los pies de la inmensa muchedumbre.
No tenían gran altura quizás unos cinco metros y la del
centro era un poco más alta.
Todas estas construcciones, a las que pudiéramos llamar
pirámides, presentaban claras huellas de los desperfectos que el tiempo había
causado y que no había sido reparado.
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