Aunque sus vestiduras son iguales, su físico discrepa
notablemente de los que ya hemos visto. Sus facciones son más suaves, sin que
por esto pueda decirse que son hermosas, su cabello es negro y lacio, algo
grueso y en sus ojos almendrados y negros se nota un natural que puede sr
bondadoso o abúlico.
Los primeros son indios mascorros, los segundos pames.
El claro en cuestión debe ser un sitio destinado a una
concentración, lugar al que arribaron los primeros, aquellos indios a los que
hemos seguido. Más no tardan en llegar otros numerosos grupos de indios, entre
los que, además de pames y mascorros, se veían “negritos”, alacasabes,
pinsones, (mecos) guanacapiles y tulas. Y si al principio eran centenares, no
tardaron en ser varios millares los asistentes.
Los indios, sentados en cuclillas, como es costumbre
entre ellos, conservaban en voz tan baja que parecía un susurro y al dirigirse
uno a otro, se miraban fijamente, como si se pretendiera con ello “escuchar”,
con los ojos, en lugar de con los oídos, mirando los labios de su interlocutor.
Y solamente el ejercitado y sutil oído indio podía percibir aquel murmullo.
Y de pronto, hasta ese murmullo se apagó. Acaba de
arribar un grueso contingente de indios pero la raza diferente.
Delgados, de aventajada estatura, muy bien musculados y
de color más bien negro, cabellera espesa y muy larga. Sus rostros, alargados y
emaciados, tenían una expresión de
ferocidad acentuada por la mirada aviesa de sus negros ojos.
Si bien los antes llegados, algunos andaban “ya”
vestidos, muchos más solamente traían un “maxtle” (taparrabo) confeccionado ya
con algodón, ya con ixtle de maguey “manso”, los recién llegados estaban por
completo desnudos y la piel negra que revestía sus magros cuerpos, dejaba ver
la soberbia musculatura de que estaban dotados.
Y otra cosa más: todos los indios traían consigo pequeños
arcos y pequeñas flechas, armas de cacería, en tanto que los recién llegados
traían unos descomunales arcos de la medida de su estatura y larguísimas
flechas con puntas de hueso. Estos indios eran temidos “chichimecas”, terror de
los pobres indios de las demás tribus.
Y seguían llegando parvadas de indios procedentes de los
tres rumbos cardinales opuestos al sur.En cuanto arriba un grupo, los hombres
que lo integran ponen en alto la mano derecha y a coro lanzan una gutural
exclamación, que debe ser saludo, el que es contestado por los ya reunidos, sin
que las mujeres tomen parte en ello.
Los chichimecas desdeñaron este acto de cortesía, como
tampoco saludaron a su arribo.
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