jueves, 15 de marzo de 2018

LA LUNA GRANDE DE MAYO – Parte 2 - Eugenio Verástegui Eugenio Verástegui



Aunque sus vestiduras son iguales, su físico discrepa notablemente de los que ya hemos visto. Sus facciones son más suaves, sin que por esto pueda decirse que son hermosas, su cabello es negro y lacio, algo grueso y en sus ojos almendrados y negros se nota un natural que puede sr bondadoso o abúlico.

Los primeros son indios mascorros, los segundos pames.

El claro en cuestión debe ser un sitio destinado a una concentración, lugar al que arribaron los primeros, aquellos indios a los que hemos seguido. Más no tardan en llegar otros numerosos grupos de indios, entre los que, además de pames y mascorros, se veían “negritos”, alacasabes, pinsones, (mecos) guanacapiles y tulas. Y si al principio eran centenares, no tardaron en ser varios millares los asistentes.

Los indios, sentados en cuclillas, como es costumbre entre ellos, conservaban en voz tan baja que parecía un susurro y al dirigirse uno a otro, se miraban fijamente, como si se pretendiera con ello “escuchar”, con los ojos, en lugar de con los oídos, mirando los labios de su interlocutor. Y solamente el ejercitado y sutil oído indio podía percibir aquel murmullo.

Y de pronto, hasta ese murmullo se apagó. Acaba de arribar un grueso contingente de indios pero la raza diferente.

Delgados, de aventajada estatura, muy bien musculados y de color más bien negro, cabellera espesa y muy larga. Sus rostros, alargados y emaciados, tenían una  expresión de ferocidad acentuada por la mirada aviesa de sus negros ojos.

Si bien los antes llegados, algunos andaban “ya” vestidos, muchos más solamente traían un “maxtle” (taparrabo) confeccionado ya con algodón, ya con ixtle de maguey “manso”, los recién llegados estaban por completo desnudos y la piel negra que revestía sus magros cuerpos, dejaba ver la soberbia musculatura de que estaban dotados.

Y otra cosa más: todos los indios traían consigo pequeños arcos y pequeñas flechas, armas de cacería, en tanto que los recién llegados traían unos descomunales arcos de la medida de su estatura y larguísimas flechas con puntas de hueso. Estos indios eran temidos “chichimecas”, terror de los pobres indios de las demás tribus.

Y seguían llegando parvadas de indios procedentes de los tres rumbos cardinales opuestos al sur.En cuanto arriba un grupo, los hombres que lo integran ponen en alto la mano derecha y a coro lanzan una gutural exclamación, que debe ser saludo, el que es contestado por los ya reunidos, sin que las mujeres tomen parte en ello.

Los chichimecas desdeñaron este acto de cortesía, como tampoco saludaron a su arribo.

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