miércoles, 6 de agosto de 2014

LAS MOLIENDAS Parte 2 de 3


ENTRAÑABLE RECUERDO: LAS MOLIENDAS
Parte 2 de 3

Que esperanzas había que se la fertilización  se realizara con químicos, lo común era hacerlo con estiércol, guano, abono de hormiga resultando esto muy bueno y en ocasiones económico, ya que se hacía trueque por  punta o paja de caña que servía para techar tejados, para cubrir de las heladas las plantas de los almácigos o para tapar pequeños naranjos. Dibujándose en el campo un panorama de trabajo y actividad. Carretas venían con abono, carretas iban con paja.

Cuando se recogía la paja, se quemaba lo que sobrara. Esto se hacía un poco antes de que naciera el pelillo, para evitar que se quemaran los brotes nuevos  ya con el piquete y el abono incorporados los cultivos, se hacían para desyerbes, se estaba al pendiente de los riegos en la época seca o de desagües en las lluvias y esperar la cosecha o zafra para otra vez el trajine en grande. Los primeros en llegar eran los cortadores a los que se les pagaba por tareas (tres a cinco toneladas por jornal de caña que tenían que cortar despuntar y agavillar) atrasito de ellos venían los de las carretas que levantaban llevaban y dejaban la caña cerca del molino.

Para esto ya el Padre había bendecido la zafra que por regular se iniciaba los primeros días de diciembre. El personal que laboraba en el molino iba llegando cobija en mano con su cambio de ropa con muchos deseos de trabajar y por qué no, de probar otra vez la miel cruda, el bolillo sancochado en la miel de ceba y el melado del que podía tomar hasta saciarse, buscando acomodo para descansar y quedarse dormidos pero sólo unas cuantas horas por que la actividad en el molino se iniciaba en las primeras horas de la madrugada.

Los cañeros en brazadas eran los encargados de llevar las cañas del sitio de dónde las habían dejado los carreteros hasta el chapulín blanco pegado a los molderos del trapiche que eran movidos por agua y en ocasiones por motores y ahí uno o dos molineros alimentaban el trapiche y la caña crujía al ser molida provocando un rítmico sonido muy peculiar cómo un concierto interpretado por cañas que inundan todos los rincones.
En ocasiones las cañas que no se molían bien se regresaban para un segundo paso, la caña bien molida o bagazo era sacada allí en (angarilla)[1] para asolearlo y secarlo a base de cinco o 10 vueltas, en tres o cuatro soles (días). Si se requería el bagazo de inmediato era llevado a las hornillas dónde tres o más atizadores alimentaban el fuego para las evaporadoras y punteras dónde se cocerían las mieles.

Habiendo buen tiempo el bagazo en ocasiones sobraba por lo que hacían grandes bagaceras de dimensiones y medidas precisas para evitar que se pudriera por falta de aire o porque se les penetrara el agua y así se guardaba el bagazo que servía de combustible para esa zafra y para la del siguiente año, esto si antes no eran destruidas las bagaceras por pequeños vándalos que hacían un juego delicioso trepando por ellas y dejándose resbalar provocando fuertes dolores de cabeza al capitán del molino. Sin embargo esto, las comidas en el bagazo que se oreaba al sol, el sacar un chicharrón, tomar la miel cruda, comer bolillo remojado en melado y los paseos en las carretas que regresaban vacías por más caña eran parte de las delicias que disfrutábamos cuándo íbamos al molino.

Escrito por M. V. Z. MIGUEL ANGEL VERÁSTEGUI NIETO.Q.P.D.   



[1] Guangoche con dos palos en forma de camilla

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