ENTRAÑABLE RECUERDO: LAS MOLIENDAS
Parte 2 de 3
Que esperanzas había que se la fertilización se realizara con químicos, lo común era
hacerlo con estiércol, guano, abono de hormiga resultando esto muy bueno y en
ocasiones económico, ya que se hacía trueque por punta o paja de caña que servía para techar
tejados, para cubrir de las heladas las plantas de los almácigos o para tapar
pequeños naranjos. Dibujándose en el campo un panorama de trabajo y actividad.
Carretas venían con abono, carretas iban con paja.
Cuando se recogía la paja, se quemaba lo que
sobrara. Esto se hacía un poco antes de que naciera el pelillo, para evitar que
se quemaran los brotes nuevos ya con el
piquete y el abono incorporados los cultivos, se hacían para desyerbes, se
estaba al pendiente de los riegos en la época seca o de desagües en las lluvias
y esperar la cosecha o zafra para otra vez el trajine en grande. Los primeros
en llegar eran los cortadores a los que se les pagaba por tareas (tres a cinco
toneladas por jornal de caña que tenían que cortar despuntar y agavillar)
atrasito de ellos venían los de las carretas que levantaban llevaban y dejaban
la caña cerca del molino.
Para esto ya el Padre había bendecido la zafra
que por regular se iniciaba los primeros días de diciembre. El personal que
laboraba en el molino iba llegando cobija en mano con su cambio de ropa con
muchos deseos de trabajar y por qué no, de probar otra vez la miel cruda, el
bolillo sancochado en la miel de ceba y el melado del que podía tomar hasta
saciarse, buscando acomodo para descansar y quedarse dormidos pero sólo unas
cuantas horas por que la actividad en el molino se iniciaba en las primeras
horas de la madrugada.
Los cañeros en brazadas eran los encargados
de llevar las cañas del sitio de dónde las habían dejado los carreteros hasta
el chapulín blanco pegado a los molderos del trapiche que eran movidos por agua
y en ocasiones por motores y ahí uno o dos molineros alimentaban el trapiche y
la caña crujía al ser molida provocando un rítmico sonido muy peculiar cómo un
concierto interpretado por cañas que inundan todos los rincones.
En ocasiones las cañas que no se molían bien
se regresaban para un segundo paso, la caña bien molida o bagazo era sacada
allí en (angarilla)[1]
para asolearlo y secarlo a base de cinco o 10 vueltas, en tres o cuatro soles
(días). Si se requería el bagazo
de inmediato era llevado a las hornillas dónde tres o más atizadores
alimentaban el fuego para las evaporadoras y punteras dónde se cocerían las
mieles.
Habiendo
buen tiempo el bagazo en ocasiones sobraba por lo que hacían grandes bagaceras
de dimensiones y medidas precisas para evitar que se pudriera por falta de aire
o porque se les penetrara el agua y así se guardaba el bagazo que servía de
combustible para esa zafra y para la del siguiente año, esto si antes no eran
destruidas las bagaceras por pequeños vándalos que hacían un juego delicioso
trepando por ellas y dejándose resbalar provocando fuertes dolores de cabeza al
capitán del molino. Sin embargo esto, las comidas en el bagazo que se oreaba al
sol, el sacar un chicharrón, tomar la miel cruda, comer bolillo remojado en
melado y los paseos en las carretas que regresaban vacías por más caña eran
parte de las delicias que disfrutábamos cuándo íbamos al molino.
Escrito por M. V. Z. MIGUEL ANGEL VERÁSTEGUI
NIETO.Q.P.D.
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