Un maestro amigo mío, que
trabajaba para el CONAFE en una pequeña escuela primaria de una comunidad del
municipio de San Ciro de Acosta, S.L.P., me contó lo que le ocurrió un día que
se quedó a trabajar hasta muy tarde.
Resulta que él tenía a su
cargo una escuela multigrado y debía elaborar una papelería administrativa que
tenía que entregar al día siguiente en Rioverde.
Después de terminar su
trabajo, vio el reloj y se dio cuenta que ya era muy tarde para alcanzar la
última combi o pesero que pasaba para San Ciro, así que guardó sus co-sas y
emprendió la caminata por las veredas que llevan al camino por donde pasan los
vehículos motorizados.
Como ya casi oscurecía y no
traía lámpara decidió caminar más aprisa, en el camino escuchó que alguien le
chistaba desde los árboles, volteó a ver quién lo hacía y no vio a nadie.
Primero escuchó el ruido del lado izquierdo de la vereda y más adelante le
volvieron a chistar, pero del lado derecho. Al no ver nada ni a nadie, supuso
que eran algunos pájaros los que hacían el chistido.
Más adelante volvió a escuchar
el chistido, pero esta vez más cerca, del lado izquierdo, como a unos siete
metros atrás de él, volteó y solo vio las ramas de los árboles, sin ninguna ave
en ellos, continuó a paso veloz, casi corrien-do, para alcanzar la combi cuando
ésta pasara por donde se cruza la vereda con el camino grande.
De pronto, escuchó un chistido
como a tres metros de distancia a su lado derecho, al voltear vio una bola
lumino-sa a la altura de su cabeza, pero posada en un árbol cerca-no. Esta
bola, como del tamaño de un balón de basquetbol, emitió nuevamente un chistido,
eso lo atemorizó tanto que empezó a correr muy rápido, por instinto, volteó
hacia su lado izquierdo y vio otra bola luminosa, que al igual que la primera
emitió un chistido.
Aceleró su carrera y las bolas
luminosas lo empeza-ron a seguir dejando una distancia como de diez metros
entre ellas y él, pero esta vez no chistaban sino que emitían unas risas como
de mujer, él corrió a toda la velocidad que podía para llegar al camino grande,
donde había más clari-dad, por no haber arboles cercanos, volteó para ver en
dón-de venían las bolas luminosas y éstas se habían quedado atrás, como a
treinta metros de distancia, sin embargo, sus risas chillonas todavía se
escuchaban con gran estruendo, como si se burlaran de él por el miedo que
tenía.
A lo lejos vio las luces de la
combi que se acercaba y por el pánico que tenía abrió más la zancada para
llegar antes de que ésta se pasara de la vereda, la combi venia todavía como a
cincuenta metros pero él se paró frente al camino y levantó los brazos para que
se detuviera el vehí-culo, la unidad se detuvo frente a él y el operador abrió
la puerta lateral para que abordara.
Al cerrarse la puerta y tomar
asiento, él se sintió tan ali-viado y a salvo de eso que lo perseguía que una
señora le dijo: ¡Ya casi se le pasaba la combi! ¡Se ve que venía corriendo!
Él, todavía aterrorizado le
dijo: ¡Es que unas brujas me venían siguiendo! La gente que venía en la combi
sol-tó la carcajada de manera espontánea, él agachó la cabeza, volteó hacia la
vereda, vio con terror que se acercaban como cinco bolas de luz y le gritó a la
gente: ¡Allí están! y señaló hacia atrás de la combi en dirección a las bolas
luminosas, la gente vio las luces redondas y olvidó la risa para gritarle
asustada al chofer:
¡Dele más rápido! éste las vio por el es-pejo
retrovisor y aceleró para alejarse de ahí, pero como en la sierra el camino
tiene muchas curvas, al salir de una que subía una loma de pronto vieron las
luces frente a ellos, el chofer tratando de esquivarlas, se orilló demasiado y
de-rrapó saliéndose del camino, para empezar a dar vueltas cuesta abajo.
Por casualidad una camioneta
iba cuesta arriba y al-canzaron a ver las luces de la combi al ir cayendo, al
llegar
al sitio del incidente
auxiliaron a los pasajeros de la combi. Después de rescatar a los heridos y
subirlos al camino, bus-caron cerca de allí un lugar donde pudieran captar la
señal telefónica y pedir el auxilio de la policía y de la cruz roja. El chofer
y una maestra que viajaba en la unidad no pudieron sobrevivir a este fatal
accidente, los heridos fueron trasla-dados al hospital de Rioverde.
La versión de los pasajeros
sobre las bolas de luz nunca fue dada a conocer por los diarios de la región,
los medios de comunicación divulgaron que fue el exceso de velocidad lo que
causó el fatal accidente.
El maestro dejó de trabajar
para el CONAFE por te-mor a que lo mandaran nuevamente a trabajar a algún
lu-gar similar en el campo, la verdadera historia hasta el día en que me la
platicó, solo era conocida por él y por muy pocas personas, aparte de los
pasajeros que sobrevivieron al accidente.
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