miércoles, 12 de octubre de 2022

Lo inexplicable; Los Ovnis por Juan Cancino Zapata.

 

 En 1972, mi tío Fernando, que era un joven deportista en ese tiempo, me invitó a ir caminando a San Juan de los Lagos, Jalisco, para ir a visitar a la virgen. (En semana santa des-de San Luis parte una peregrinación que va a la iglesia del lugar antes mencionado, inicia el domingo por la mañana, se caminaba durante toda la semana y se llega a San Juan el viernes por la tarde) pero como mi tío trabajaba en una fá-brica, a él solo le daban sus días de descanso desde el jueves santo en adelante, así que él y sus amigos, se preparaban para la caminata que iniciaría el miércoles por la noche des-pués de salir de trabajar.

Mi tío y sus amigos habían acordado que la salida se-ría entre las ocho o nueve de la noche, como no llegaron a tiempo todos sus amigos emprendimos la marcha hasta las diez de la noche, había que caminar con rapidez para llegar el viernes por la mañana a San Juan de los Lagos, antes de que entrara la peregrinación que había salido el domingo por la mañana, esto es, teníamos que recorrer los doscientos kilómetros que separan la ciudad de San Luis de San Juan de los Lagos en un día y medio.

Yo era el más joven de todos, tenía 15 años de edad, debía agarrarles el paso porque ellos caminaban muy rápi-do. Caminamos durante la oscuridad de la noche, prime-ro por la carretera que va a Guadalajara, luego, pasando las cuestas por la capillita, nos internamos en la sierra con rumbo a Villa de Arriaga, donde haríamos nuestro primer descanso.

Como a las cuatro de la mañana, en medio de esa fría oscuridad, solo iluminaban nuestro camino las lámparas de mano que llevábamos y la luz de las estrellas. En un tramo del camino me tocó ir al frente de la fila de nuestro peque-ño grupo, éramos como siete individuos, iba observando el horizonte y el cielo, en un momento dado vi el movimiento de la luz de una estrella, con un brillo semejante a Venus, que viajaba dirección de norte a sur y les dije a mis compa-ñeros: ¡Ahí va un satélite!, señalándoles con mi mano un lugar en el cielo.

 Alguien comentó emocionado: ¡Ah, que padre, yo nunca había visto uno!, todos seguimos caminando y ob-servando el movimiento de la luz en el fondo estrellado, otro compañero dijo en seguida al inspeccionar el cielo: ¡Acá viene otro! y señaló hacia el sur, todos volteamos a ver el otro satélite.

Seguíamos caminando y de vez en cuando volteába-mos a ver estas luces, que viajaban en sentido contrario una de la otra.

Yo les dije: parece que van a chocar, porque llevan la misma ruta, otro contestó en la oscuridad que nos envolvía: a la mejor pasan rozándose o van a diferente altura, conti-nuábamos caminando sin parar, viendo el piso y de vez en cuando levantando la cabeza para observar las luces que se acercaban poco a poco una a la otra, nos intrigaba qué era lo que iba a suceder en el cielo.

Las luces, que nosotros llamábamos satélites, se fue-ron acercando en el zenit, yo les dije: ¡Alto, espérense, va-mos a ver como chocan!, no nos detuvimos, pero si bajamos la velocidad de nuestra marcha, esperando la colisión o el roce de ambos satélites.

Al cabo de un rato las luces se detuvieron una fren-te a la otra y así se quedaron juntas como diez minutos, mientras tanto seguíamos caminando y volteando a ver el comportamiento de los satélites, unos exclamaron en son de broma: ¡Se están besando! ¡No, están haciendo el amor!, y una serie de comentarios chuscos que no se hicieron esperar para hacer reír al grupo. Yo dejé pasar al frente a otro compañero que ya empezaba a acelerar el paso para jalar al grupo.

Como yo seguía observando el zenit, vi que ambas luces se empezaban a separar y les grité: ¡Ya se están sepa-rando!, todos detuvieron la marcha y voltearon a ver las lu-ces, que efectivamente, se estaban separando y regresando por donde habían venido, la del sur regresaba al sur y la del norte al norte.

Les dije: ¡Oigan, los satélites no hacen eso, solo giran alrededor de la tierra!, alguien contestó imitando la voz de un ranchero: ¡Pos anton´s sabe qué chigaos serán!, ¡A lo mejor son ovnis! -dijo otro- ¡Lo bueno es que no se dieron cuenta de que ya los vimos! -agregó un tercero-, el que iba adelante comentó: Pues hay que acelerar el paso porque ya nos retrasamos y empezamos a caminar más rápido para llegar nuestro camino.

Por mi parte, frecuentemente levantaba la cabeza para ver las luces que se alejaban cada vez más una de otra, hasta que las perdí de vista en el frio y estrellado cielo, supe que no eran satélites, porque éstos pierden el reflejo del sol con la curvatura de la tierra y los que vimos nunca perdie-ron su luz por más alejados que estaban uno de otro.

Por esos años no se hablaba de estaciones espaciales, aunque si, de objetos voladores no identificados (OVNIS).

Fotografia: Elena Rodriguez de la Tejera.

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