viernes, 21 de septiembre de 2018

Entra a Rioverde Fray Luis Herrara con su tropa. Febrero de 1811.



 Fray Luis Herrera salio de San Luis el 25 de febrero 



 El lego contaba con una fuerza de 2,500 hombre de caballería, 500 infantes y 8 hombre piezas de artillería y con este poderoso contingente llegó a Rioverde el día 28, donde entró sin encontrar resistencia; pues sabiendo el capitán Bengoa, jefe de la ´laza, que eran muy numerosos los insurgentes, se retiró a Ciudad del Maíz.

Herrera permaneció en Rioverde hasta el 14 de marzo del mismo 1811, y durante su estancia se cometieron inauditos atropellos. Como este día tuviera noticias de que había salido de San Luis el coronel Diego García Conde para perseguirlo, abandonó precipitadamente la población, encaminándose a Ciudad del Maíz a donde entró el día 20.

Razón tenía Herrera para huir; pues la columna que mandaba García Conde estaba formada de un batallón del regimiento de la Corona, el regimiento de Dragones de Puebla, dos escuadrones del de San Luis y cuatro cañones.

García Conde tuvo noticia de que Herrera preparaba un baile para el día 21, sintiéndose seguro por la gran distancia que lo separaba del enemigo; más García Conde, doblando las marchas, pretendió llegar a tiempo para sorprender al lego en su diversión; más aunque forzando la marcha, logró llegar en una sola jornada desde la hacienda de angostura hasta las inmediaciones de Ciudad del Maíz, fue ya en la madrugada del 22.

Informando Herrera por una de sus avanzadas que el enemigo estaba a la vista, se preparó para el combate colocando su gente y artillería en la cresta de una loma, como a una legua del pueblo, apoyando sus flancos en los cerros de la Cruz y el Flechero, que distan como media legua uno del otro.

García Conde avanzó llevando en medio en medio su artillería y la acción tuvo lugar con la duración de un relámpago; pues a los primeros cañonazos de las fuerzas realistas huyeron los insurgentes, dejando su artillería, pertrechos y bagajes, entre los cuales fueron cogidos los hábitos y uniformes del legal Mariscal, así como la ropa de una mujer que lo seguía.

En el momento de huir, Herrera ordenó que degollaran a los once españoles que tenían recluidos en la cárcel y entrando en ella el capitán de la escolta que los custodiaba, los hizo desnudar, les ataron los brazos a la espalda y los lanceros cayeron sobre ellos haciéndolos picadillo con lanzas y machetes.

Los infelices pedían piedad y se les contestaba con sangrientas burlas; pedían un sacerdote y se les dijo que en el infierno encontrarían bastantes.
Solamente uno de aquellos desgraciados quedó con vida; pues los asesinos lo dejaron por muerto y aunque gravemente herido, fue encontrado entre los cadáveres de sus compañeros que habían sido, en su mayoría, mutilados de una manera obscena. 22 heridas tenía el sobreviviente, se le atendió y sanó y por él se supo (desde el primer instante) como habían sucedido los hechos. Este hombre que por verdadero milagro escapó, se llamaba Juan Villarguíde.

Horripilado por aquella espantosa matanza, García Conde mandó pasar por las armas al subdelegado que habían nombrado los insurgentes, Mariano Calderón, teniendo seguras pruebas de que había prestado su consentimiento y auxilio para hechos tan atroz. (Aquí cabe decir que el subdelegado no era el jefe, sino Herrera y si el infeliz hubiera desobedecido la orden, de todas maneras había sido muerto).

Herrera, Blancas y como cincuenta hombres entre jefes y oficiales que habían logrado reunirse en la fuga, se dirigieron a Villa de Aguayo, (Ciudad Victoria) donde se encontraban las tropas que se había puesto al lado de los insurgentes.

Esta fuerza la componían ochocientos hombres y algunos cañones, pero habiendo sabido su jefe que Arredondo marchaba sobre de ellos desde Tampico, y también por influjo del cura, otra vez “voltearon chaqueta” y para congraciarse con el Coronel Arredondo, sorprendieron por la noche el cuartel de Herrera lo hicieron prisionero con todos los que le acompañaban y los entregaron a Arredondo, quien en el puerto de Tampico ordenó el fusilamiento de Herrera, Blancas y la mayor parte de sus oficiales.

La carrera militar del lego ambicioso, audaz y emprendedor, fue por fortuna muy corta; pues habiendo dado rienda suelta a sus perversos instintos, echó una de las más feas manchas sobre la revolución. No se sabe la fecha en que fue ejecutado.


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