Nuestros orígenes
Apócrifa historia de Rioverde
Amado Nieto Caraveo
1ª de 4 - partes
Cuentan que la Santa Catarina era
la hija de un rey egipcio muy malo, que sin más la mató porque le rezaba a un
Dios sin nombre. Pero esto tiene poco que ver con la verdadera historia de la
ciudad de Rioverde, mucho menos lo tiene con la falsa.
Diversos historiadores se disputan el derecho
de afirmar quién es el auténtico fundador de esta ciudad, como si ellos
hubieran sido los protagonistas de la historia. Nunca le atinan.
Por aquellas fechas, en el siglo dieciséis, la
región que hoy ocupa Rioverde estaba poblada por tribus
Otomíes. Luego de su
colonización ha sido habitada por fantasmas.
Este fantasma de una mujer de negro continua apareciendo hasta el día de hoy
a todos aquellos que se portan bien.
La gente que ha vivido en la región:
españoles, mestizos y criollos (a mediados del siglo XX se agregan más
españoles), al poco tiempo de llegar se desprenden de sus equipos corporales y
se convierten en espíritus que, de acuerdo al caso, van a pulular a la plaza de
San Antonio, al panteón municipal, las vías del ferrocarril o la casa de la
familia si andan en busca de ayuda para salir del purgatorio.
La primera alma en pena famosa
fue Fray Juan Bautista de Mollinedo, de quien dicen las malas lenguas, no era
fraile ni repartía las aguas del Jordán. Le gustaba bañarse en el río de la
región, quizás de ahí le viene el mote, porque lo bautizó con el nombre de Río
Verde. Y es que resulta que por aquellos tiempos había un río y era verde, que
hoy en día se ha convertido en una costra que allá de vez en cuando todavía
sangra. Dicen las profecías, tan comunes en esta región, que “algún día las
aguas rellenarán el cauce, arrastrando siglos de odio y progreso, y las aguas
serán tan saladas como el mar”.
Fotografía: Elena Rodríguez de la
Tejera
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