Antes de sentirse el temblor
en Lagunillas la vida trascurría tranquila como un lugar donde no pasaba nada,
el alcalde Acacio Vital, refería:
–Le sostengo que el año nuevo
entró por el norte, hasta el viento de ese rumbo me apagó la vela. Esto augura
la continuidad de la paz porfiriana y la bonanza del comercio de la ciudad.
–No es verdad. El año nuevo
entró por el oriente, que es el camino de Dios. Además, por la helada que cayó,
se avecinan tiempos de guerra como un castigo divino por tanto descreído.
–Rebatía el señor cura Atenógenes Sandemetrio.
–¿Qué le va a importar a Dios
lo que nos pase? Ya hubiera remediado tantas injusticias que se cometen en
contra de los campesinos. A ver que se manifieste ahorita. –Respondió el
alcalde.
–No blasfeme, porque Dios lo
va a castigar, ahorita mismo le puede caer un rayo. Mire esa luz. Ya es la
venida del juicio final.
–Quiero que investigue qué
originó ese estruendo. Por allá se escuchó como una explosión, por donde se
enrareció el cielo, además infórmeme, si hay daños en las casas. Tome nota, son
las 2:30 de la tarde… y acuérdese fechar todos sus reportes con el año nuevo
1909.
–Ahora sí, tiemblen por sus
pecados, es castigo divino. Pónganse a rezar, y después quédense a la misa que
celebraré para alcanzar la compasión de Dios.
Muchos de los asistentes
comentaban que el estallido fue provocado porque llegó el diablo montado en una
bola de candela, que significaba un mal agüero, presagios de que algo malo iba
a suceder. Por lo mismo, no se querían retirar del templo. Los días
subsiguientes, se realizaron peregrinaciones, penitencias, misas con cánticos
en la lengua sagrada, el latín, Te deum laudamus y un Miserere Nostri, Domine.
–No deben temer nada –les
dijo– por el contrario, hay que alegrarse porque estamos ante una manifestación
del dios Trueno. Hagamos una gran fiesta y ofrezcámosle un bolíme, con pulque, música y danza.
El alcalde Acacio Vital, envió al comandante en el mejor de sus caballos, por el cruce de la serranía hasta San Nicolás de Los Montes, para informar el suceso al jefe Político del partido de Hidalgo, para que fueran a investigar y para tranquilidad de los pobladores. Pero a ninguna de las autoridades superiores le interesó el asunto. Contestaron que eran supersticiones de gente ignorante, y que no perderían el tiempo con esas boberías; que mejor avisaran si andaba por ahí un peligroso bandido, llamado Pedro Montoya.
Hasta que de tanto insistir el
alcalde llegó personal del Instituto de Geología Nacional, que concluyó
tratarse del tercer aerolito más grande que se había registrado hasta entonces
en toda la república. La gente asoció el bólido como el vaticinio de la
Revolución, puesto que muchos vecinos se levantaron en armas contra el gobierno
del presidente Porfirio Díaz.
Compartido por José J.
Alvarado
Fotografía: Mary Colman
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