miércoles, 5 de octubre de 2022

Leyendas de Lagunillas; Laguna Colorada

 

Todo empezó cuando Sajua^a, una india cuyo nombre en pame significa Calandria, llevaba un cántaro para sacar agua de un pocito en el centro de un socavón. Hundió Sajua^a  el jarro hasta el fondo del hoyo. Implorando al Dios Trueno que la bendijera con abundante agua.

Al enderezarse, un tronido sacudió la tierra el cual derribó a Sajua^a. El cántaro cayó al suelo y se rompió derramando el líquido del color del jarro. Cuenta la leyenda que era tanta el agua que salía del barro quebrado, que empezó almacenarse en el socavón, y éste, comenzó a inundarse hasta que se llenó; tan rápido fue esto, que Sajua^a  apenas alcanzó a salir y correr para dar aviso a la comunidad.

La tribu se congregó alrededor del suceso y observó el vaso lacustre, que ahora constituye uno de los siete estanques de la orografía de la zona; esta laguna era la más cercana al caserío. Fue de mucho provecho para la tribu pame o Xi^ui como se hacía llamar; tanto que a la llegada de los frailes, estos fundaron, en dicha aldea de indios Xi^ui, la misión franciscana de San Antonio de Padua.

Desde entonces, la laguna del color del jarro había tenido mucha agua, y de ella, se suministraban los habitantes de la misión con abundancia. Un día la laguna se vació. Las plantas de al derredor se marchitaron, se encontraban esqueletos de reses muertas y también se abrieron extensas grietas en el suelo.

Los pobladores sufrían por la escasez del agua, incluso para las necesidades más urgentes. Los aborígenes creían que era un castigo por haber acompañado al padre misionero fray Javier Marín a sus doctrinas. Por eso hacía ritos, danzas y colocaban ofrendas para desagraviar al dios Trueno y pedirle la lluvia; por lo que, el misionero fray Javier Marín los reprendió pero ellos le contestaron.

– Padre, los espíritus del agua se han ido. La laguna Colorada se ha secado. – Hay otras lagunas, pero se encuentran muy retiradas. Nos castiga Atlacoya, la terrible devoradora de la fertilidad. El misionero, que tenía fama de santo, les refirió:

–No anden con esas idolatrías. El único que da el agua es el Padre que está en el cielo, el dios bueno, el todopoderoso, y San Antonio de Padua intercede por nosotros ante él. Es más, mañana 13 de junio, que es el aniversario del santo patrón, San Antonio de Padua, iré con ustedes a investigar cuál fue la causa por que se vació la laguna.

 Refiere la leyenda que el padre fray Javier Marín llegó a la hondura de la cavidad y después de recorrer los alrededores ofició una misa en la laguneta seca. Con voz potente invocó en latín, que se oyó tan fuerte como un estruendo: ¡Mitte pluviam tuam, Domine!  (“!Manda tu lluvia, Señor!) ¡Haec causa alienaverit daemonium sermonibus siccitatis! (¡Aleja al demonio causante de esta sequía!) ¡Hoc lignum aquae inundabunt sicut interruptio! (¡Haz que esta laguna rebose de agua como antes!). Un ruido mayor respondió desde el fondo de la tierra, con estruendo en la boca del socavón.

Enseguida, el vaso de la laguneta se volvió a llenar. Pero el grupo Xi^ui siempre creyó que este beneficio no había sido obra del dios blanco, ni de San Antonio de Padua, sino del dios Trueno al que ellos veneraban y que a Calandria, la india Sajua^a,  en tiempos pasados ya le había concedido esta ayuda.

 

José J. Alvarado.

Fotografía: Mary Colman

 

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