Todo empezó cuando Sajua^a, una india cuyo nombre en pame significa Calandria, llevaba un cántaro para sacar agua de un pocito en el centro de un socavón. Hundió Sajua^a el jarro hasta el fondo del hoyo. Implorando al Dios Trueno que la bendijera con abundante agua.
Al enderezarse, un tronido
sacudió la tierra el cual derribó a Sajua^a. El cántaro cayó al suelo y se
rompió derramando el líquido del color del jarro. Cuenta la leyenda que era
tanta el agua que salía del barro quebrado, que empezó almacenarse en el
socavón, y éste, comenzó a inundarse hasta que se llenó; tan rápido fue esto,
que Sajua^a apenas alcanzó a salir y
correr para dar aviso a la comunidad.
La tribu se congregó alrededor
del suceso y observó el vaso lacustre, que ahora constituye uno de los siete
estanques de la orografía de la zona; esta laguna era la más cercana al
caserío. Fue de mucho provecho para la tribu pame o Xi^ui como se hacía llamar;
tanto que a la llegada de los frailes, estos fundaron, en dicha aldea de indios
Xi^ui, la misión franciscana de San Antonio de Padua.
Desde entonces, la laguna del
color del jarro había tenido mucha agua, y de ella, se suministraban los
habitantes de la misión con abundancia. Un día la laguna se vació. Las plantas
de al derredor se marchitaron, se encontraban esqueletos de reses muertas y
también se abrieron extensas grietas en el suelo.
Los pobladores sufrían por la
escasez del agua, incluso para las necesidades más urgentes. Los aborígenes
creían que era un castigo por haber acompañado al padre misionero fray Javier
Marín a sus doctrinas. Por eso hacía ritos, danzas y colocaban ofrendas para
desagraviar al dios Trueno y pedirle la lluvia; por lo que, el misionero fray
Javier Marín los reprendió pero ellos le contestaron.
– Padre, los espíritus del
agua se han ido. La laguna Colorada se ha secado. – Hay otras lagunas, pero se
encuentran muy retiradas. Nos castiga Atlacoya, la terrible devoradora de la
fertilidad. El misionero, que tenía fama de santo, les refirió:
–No anden con esas idolatrías.
El único que da el agua es el Padre que está en el cielo, el dios bueno, el
todopoderoso, y San Antonio de Padua intercede por nosotros ante él. Es más,
mañana 13 de junio, que es el aniversario del santo patrón, San Antonio de
Padua, iré con ustedes a investigar cuál fue la causa por que se vació la
laguna.
Refiere la leyenda que el padre fray Javier
Marín llegó a la hondura de la cavidad y después de recorrer los alrededores
ofició una misa en la laguneta seca. Con voz potente invocó en latín, que se
oyó tan fuerte como un estruendo: ¡Mitte pluviam tuam, Domine! (“!Manda tu lluvia, Señor!) ¡Haec causa
alienaverit daemonium sermonibus siccitatis! (¡Aleja al demonio causante de
esta sequía!) ¡Hoc lignum aquae inundabunt sicut interruptio! (¡Haz que esta
laguna rebose de agua como antes!). Un ruido mayor respondió desde el fondo de
la tierra, con estruendo en la boca del socavón.
Enseguida, el vaso de la
laguneta se volvió a llenar. Pero el grupo Xi^ui siempre creyó que este
beneficio no había sido obra del dios blanco, ni de San Antonio de Padua, sino
del dios Trueno al que ellos veneraban y que a Calandria, la india
Sajua^a, en tiempos pasados ya le había concedido
esta ayuda.
José J. Alvarado.
Fotografía: Mary Colman
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