Una parte de las tierras del
suelo potosino pertenecían a los tennek. Su extensión abarcaba desde la selva
tropical hasta el inicio del calcinante altiplano. Los tennek eran una raza
emparentada con los mayas. Entre otros dioses adoraban a Quetzalcóatl (la
serpiente emplumada) al que sus parientes mayas le llamaban Kukulkán. Por
respeto a este dios, los tennek dejaban que las serpientes se reprodujeran
libremente. Esta cultura alcanzó cierto grado de esplendor, hasta que las
tribus salvajes del norte, los empujaron hacia el sureste y se refugiaron en la
selva Huaxteca.
Las actuales tierras de las
lagunillas quedaron abandonadas entre vegetación semidesértica y algunos sitios
convertidos en pequeños oasis, donde las serpientes, víboras o culebras como se
les dice sin distinción, se reprodujeron de una manera considerable.
Después, a estas latitudes
llegó el pueblo xi´ui, mejor conocido como Pame, que habitaba en Xichú y otras
localidades aledañas. Este grupo
participó en la guerra chichimeca contra los invasores malinches. Al firmarse
la paz, el pueblo xi´ui se replegó a las lagunetas aprovechando los vestigios
que dejaron los tennek.
Los xi´ui, ya pacificados, se dedicaron a la
agricultura de temporal en los lomeríos y serranías sembrando maíz, chile y
fríjol. Su mayor desconfianza era enfrentarse día a día contra la gran cantidad
de serpientes que aparecían por todos lados, las cuales causaban mortandad y
representaban una amenaza para su población.
Desesperados los pames por los
ataques de las serpientes buscaron a su principal deidad, al dios Trueno, entre
las más elevadas montañas y los profundos cañones de la Sierra Madre Oriental.
Llegaron al picacho preciso donde expusieron sus penas e imploraron su
protección, hasta que el dios Trueno se compadeció de ellos, prometiéndoles la
seguridad anhelada y les ordenó que regresaran a sus chozas.
Apenas había entrado el último
xi´ui a su vivienda cuando empezó a relampaguear. Los estruendos irrumpieron la
tierra con una centella estremecedora, el éter se partió entre las nubes. Era
el dios Trueno quien afanoso recogía las serpientes de todos los recovecos de
los alrededores de las lagunillas.
Al momento, la centella se llevó
las culebras hacia la boca del volcán, situado al lado de otras lagunas, donde
las metió, y selló la entrada con un coloso “montesino”. Por eso, al conjunto
de las lagunetas se le llama Las Culebras, que de cuando en cuando suenan
rugiendo desde el interior de la tierra; son las alimañas que pretender salir
de su encierro. Después de esa tarea, enrojecido el dios Trueno, con el rostro
inyectado de sangre se refrescó en la laguna mayor, tiñéndola de color rojizo,
que desde entonces se le conoce como La Laguna Colorada.
Cuenta la leyenda que las
culebras seguirán encerradas mientras los xi´ui dediquen su primera cosecha de
maíz al dios Trueno y le ofrenden un bolíme,
con el cual viajará entre las montañas, desde los Alaquines hasta los
Jonaces, pasando por Santa María Acapulco, Gamo kante y Zichaqum.
José J. Alvarado.
Fotografía: Lagunillas con
Dron.
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