Por el año de 1985, trabajaba en El Naranjo, S.L.P dando clases en el nivel medio superior y al igual que el resto de mis compañeros de trabajo, después de cobrar la quincena regresaba a pasar el fin de semana a la ciudad de San Luis Potosí; a veces tomábamos el autobús y en otras ocasiones pedíamos un aventón a algún conocido que fuera a la capi-tal del estado.
En cierta ocasión iba a El
Naranjo en un autobús de la línea Ómnibus de Oriente, había salido de San Luis
Po-tosí a las diez de la noche y tenía planeado llegar como a las dos de la
mañana a mi destino, al salir el autobús de Ciudad del maíz, donde era parada
obligada para conti-nuar hacia El Naranjo, ya en la carretera, pero aún cerca
de la ciudad, el autobús iluminó con las luces altas a una mujer vestida de
blanco que le pidió la parada, como yo me había despertado en la terminal de
Ciudad del Maíz e iba sentado en la segunda fila del lado del operador vi toda
la escena.
Ella pidió la parada del
autobús con solo estirar el brazo, el operador de la unidad se detuvo para que
ella abordara el camión, la mujer traía una pañoleta blanca en la cabeza que
impedía que se le viera la cara, subió y se sentó en el primer asiento del lado
de la puerta junto al estribo, dejando vacío el asiento que está junto al
pasillo.
Como el autobús iba casi vacío
vi que el operador no le cortó boleto, yo creí que lo iba a hacer cuando ella
bajara, como a veces lo hacían, el chofer arrancó la unidad y se fue
serpenteando por esa sinuosa carretera que conduce al Na-ranjo, esa noche la
hermosa sierra estaba llena de neblina y la hacía parecer muy tenebrosa, como
en las películas de terror, como yo no quería quedarme dormido y pasarme de El
Naranjo y despertar en Ciudad Mante o en Ciudad Victoria decidí ir viendo las
peripecias del conductor en esa carretera.
Casi al llegar al poblado del
Sabinito, unos kiló-metros antes de El Naranjo, la mujer se levantó y le indicó
con la mano al conductor que se detuviera allí, este orilló el autobús para que
bajara, ella se levantó de su asiento y bajó los escalones hacia la puerta,
pero antes de que el con-ductor la abriera ¡La mujer ya no estaba!, el chofer
encendió las luces del interior de la unidad para buscar a la mujer, supongo
que para cobrarle su pasaje, pero ella ya no estaba en el autobús.
El conductor entonces se puso
de pie y caminó por el pasillo hasta atrás del autobús, solo viajaban en él una
pa-reja de señores que iban dormidos en los asientos de atrás y yo, que iba
casi al frente, el chofer, al regresar a la parte de adelante me preguntó: ¿No
viste a dónde se fue la señora? Le dije:
¡No, no la vi!, él se bajó al estribo a ver si
la veía afuera por la puerta, al no encontrarla con la vista regresó
rápidamente a su asiento y aceleró la unidad hasta El Na-ranjo, como yo era el
único pasajero que bajaba allí solo se detuvo sobre la carretera frente a la
terminal para que yo lo hiciera, inmediatamente y antes de cerrar por completo
la puerta del vehículo, aceleró para alejarse rápidamente sin siquiera ver si
había pasajeros que fueran a abordar su uni-dad en la terminal.
Al día siguiente les platiqué
a mis compañeros de trabajo sobre este incidente con la mujer de blanco, uno de
mis compañeros, que trabajaba también en la secunda-ria del lugar, comentó que
en esa carretera a algunos con-ductores ya les había pasado lo mismo, pero que
la mujer que ellos habían visto vestía toda de negro, igualmente desaparecía
cuando se paraban en el Sabinito, a otras per-sonas lo que les sucedía era que,
al pasar por ese lugar, como van de subida rumbo a Ciudad del Maíz, sentían que
algo pesado se sentaba en la parte trasera del carro o la camioneta que iban
conduciendo, algunos que viajaban solos sentían que algo se sentaba en el asiento
del lado del conductor, volteaban a ver qué era, pero no veían a nadie, aunque
seguían sintiendo que algo iba sentado en ese lu-gar, todos coincidían que
estos extraños acontecimientos solo pasaban de noche.
Fotografía: Elena Rodríguez de la Tejera
Soli Deo Gloria
0 comentarios:
Publicar un comentario