miércoles, 21 de septiembre de 2022

La mujer del Sabinito por Juan Cancino Zapata.

Por el año de 1985, trabajaba en El Naranjo, S.L.P dando clases en el nivel medio superior y al igual que el resto de mis compañeros de trabajo, después de cobrar la quincena regresaba a pasar el fin de semana a la ciudad de San Luis Potosí; a veces tomábamos el autobús y en otras ocasiones pedíamos un aventón a algún conocido que fuera a la capi-tal del estado.

En cierta ocasión iba a El Naranjo en un autobús de la línea Ómnibus de Oriente, había salido de San Luis Po-tosí a las diez de la noche y tenía planeado llegar como a las dos de la mañana a mi destino, al salir el autobús de Ciudad del maíz, donde era parada obligada para conti-nuar hacia El Naranjo, ya en la carretera, pero aún cerca de la ciudad, el autobús iluminó con las luces altas a una mujer vestida de blanco que le pidió la parada, como yo me había despertado en la terminal de Ciudad del Maíz e iba sentado en la segunda fila del lado del operador vi toda la escena.

Ella pidió la parada del autobús con solo estirar el brazo, el operador de la unidad se detuvo para que ella abordara el camión, la mujer traía una pañoleta blanca en la cabeza que impedía que se le viera la cara, subió y se sentó en el primer asiento del lado de la puerta junto al estribo, dejando vacío el asiento que está junto al pasillo.

Como el autobús iba casi vacío vi que el operador no le cortó boleto, yo creí que lo iba a hacer cuando ella bajara, como a veces lo hacían, el chofer arrancó la unidad y se fue serpenteando por esa sinuosa carretera que conduce al Na-ranjo, esa noche la hermosa sierra estaba llena de neblina y la hacía parecer muy tenebrosa, como en las películas de terror, como yo no quería quedarme dormido y pasarme de El Naranjo y despertar en Ciudad Mante o en Ciudad Victoria decidí ir viendo las peripecias del conductor en esa carretera.

Casi al llegar al poblado del Sabinito, unos kiló-metros antes de El Naranjo, la mujer se levantó y le indicó con la mano al conductor que se detuviera allí, este orilló el autobús para que bajara, ella se levantó de su asiento y bajó los escalones hacia la puerta, pero antes de que el con-ductor la abriera ¡La mujer ya no estaba!, el chofer encendió las luces del interior de la unidad para buscar a la mujer, supongo que para cobrarle su pasaje, pero ella ya no estaba en el autobús.

El conductor entonces se puso de pie y caminó por el pasillo hasta atrás del autobús, solo viajaban en él una pa-reja de señores que iban dormidos en los asientos de atrás y yo, que iba casi al frente, el chofer, al regresar a la parte de adelante me preguntó: ¿No viste a dónde se fue la señora? Le dije:

 ¡No, no la vi!, él se bajó al estribo a ver si la veía afuera por la puerta, al no encontrarla con la vista regresó rápidamente a su asiento y aceleró la unidad hasta El Na-ranjo, como yo era el único pasajero que bajaba allí solo se detuvo sobre la carretera frente a la terminal para que yo lo hiciera, inmediatamente y antes de cerrar por completo la puerta del vehículo, aceleró para alejarse rápidamente sin siquiera ver si había pasajeros que fueran a abordar su uni-dad en la terminal.

Al día siguiente les platiqué a mis compañeros de trabajo sobre este incidente con la mujer de blanco, uno de mis compañeros, que trabajaba también en la secunda-ria del lugar, comentó que en esa carretera a algunos con-ductores ya les había pasado lo mismo, pero que la mujer que ellos habían visto vestía toda de negro, igualmente desaparecía cuando se paraban en el Sabinito, a otras per-sonas lo que les sucedía era que, al pasar por ese lugar, como van de subida rumbo a Ciudad del Maíz, sentían que algo pesado se sentaba en la parte trasera del carro o la camioneta que iban conduciendo, algunos que viajaban solos sentían que algo se sentaba en el asiento del lado del conductor, volteaban a ver qué era, pero no veían a nadie, aunque seguían sintiendo que algo iba sentado en ese lu-gar, todos coincidían que estos extraños acontecimientos solo pasaban de noche.

 Fue entonces que comprendí por qué muchos con-ductores de El Naranjo querían que alguien los acompaña-ra cuando viajaban por esa carretera de noche, aunque tam-bién había algunos conductores que incluso querían que los acompañaran de día.

 Fotografía: Elena Rodríguez de la Tejera

Soli Deo Gloria

 

 

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