Cuando estudiaba la universidad, allá por los ochentas, en la Facultad de Psicología, nos reuníamos en las casas de diferentes compañeros para estudiar, hacer trabajos acadé-micos, preparar clases o estudiar para los exámenes.
Una gran amiga llamada Norma Aguilera nos brindaba amable-mente su casa para estas actividades e incluso en ocasiones nos invitaba una rica cena; un día, después de terminar de preparar una clase en equipo nos pusimos a platicar con sus papás y sus hermanas tocando diferentes temas hasta que sin darnos cuenta llegamos a los espantos y casas em-brujadas, la mamá de Norma nos contó que tiempo atrás ellos habían vivido en una casa donde espantaban, ni que decir que eso nos intrigó a todos y Martha Flores Mesa, una de mis compañeras, inmediatamente les dijo emocionada y con curiosidad: ¡Cuéntenos, eso parece interesante! La mamá de Norma exclamó: ¡Ay, son bastantes cosas las que nos pasaron! -pero entre todos les vamos a contar algunas-refiriéndose a los miembros de su familia allí presentes.
El papá inició el relato describiéndonos la distribu-ción de
la casa que rentaban de la siguiente manera: la casa tenía dos puertas que
daban a la calle, por una entrabas a la sala, después seguían dos cuartos, el
comedor y al último la cocina, la segunda puerta daba a un pasillo largo que
co-municaba con la sala y el comedor, este pasillo continuaba hasta el fondo
donde había un baño que al mismo tiempo quedaba justo detrás de la cocina.
La mamá, interviniendo, comentó: Miren, una vez, cuando yo
estaba haciendo la comida en compañía de mi hija Guadalupe, la grande, de
repente se cayeron los trastes de donde estaban, yo pensé al principio que ésta
–refirién-dose a su hija presente- los había tirado y ella pensó que había sido
yo, le dije:
Levántalos, al principio no dijo nada y los levantó, esto
sucedió varias veces hasta que se enojó de estarlos levantando y me gritó: ¡Ya
no los tires! Le con-testé: ¡Pues tú los estas tirando!, mi hija respondió:
¡No, yo estoy haciendo lo que me pusiste a hacer! ¡Tú eres la que los tira!,
entonces pensé que algo andaba mal -dijo la mamá- yo no los tiraba, ni ella
tampoco, entonces ¿Cómo se caían?, terminamos de hacer la comida, y esperamos
que papá regresara de trabajar para comer todos juntos. Después de co-mer
Guadalupe me dijo en la sobremesa: ¡A lo mejor aquí espantan!
Este comentario despertó la curiosidad de todos los miembros
de la familia e hicieron comentarios sobre lo sucedido, Dante y Norma que
seguían en edad respectiva-mente a Guadalupe dijeron: ¡A de ser la viejita que
siempre viene al baño! Yo sorprendida les pregunté: ¿Cuál viejita? –dijo la
mamá- ¡Una que se mete por la puerta del pasillo y se pasa hasta el baño!
–Contestó Dante- ¿A qué horas? -pre-guntó la mamá- ¡Después de que llegamos de
la escuela! -Agregó Dante- ¡Y a veces antes de que se haga de noche!, a las
respuestas de Dante, Norma agregó: ¡Yo la he visto el sábado y el domingo en
las mañanas, cuando no vamos a la escuela!
El papá de Norma continuó la plática ¡Miren! –Nos dijo- al
principio yo no les creí nada, sino hasta que a mí me empezaron a pasar cosas
extrañas, yo dejaba guardadas mis cosas del trabajo en un lugar y cuando las
buscaba no las encontraba, les reclamaba a mis hijos el por qué me mo-vían las
cosas de su lugar y ellos simplemente decían que no lo habían hecho, nadie
podía abrir el ropero donde yo guardaba mis cosas porque yo traía las llaves
siempre en mi llavero, sin embargo, las cosas aparecían en la mesa, en el
sillón o en la cocina, constantemente perdía tiempo en andarlas buscando antes
de irme a trabajar, pero yo estaba seguro que no eran mis hijos los que hacían
esas travesuras.
La hermana más chica de Norma –continuó- ¡Cuén-tales lo de
las camas! Norma guardó un poco de silencio an-tes de empezar a platicar sobre
este tema, al principio –dijo-yo siempre me despertaba a media noche porque me
daba frio y veía que mi sábana y mi cobija estaban en el piso, como me quedaba
en la misma cama con mi hermana la grande le echaba la culpa a ella así que le
jalaba sus cobijas, me tapaba y me dormía, nuevamente volvía a sentir frio y
pensaba que mi hermana me había destapado, entonces me acurrucaba contra ella
para calentarme hasta en la mañana; cuando despertábamos, las cobijas y las
sábanas estaban en el suelo y empezaba el pleito sobre de
quién había destapado a quién.
Para que no discutieran más la mamá dispuso que Norma se iba
a acostar con la hermana más chica y la gran-de se iba a quedar sola en una
cama. A la mañana siguiente las tres estaban destapadas. Como no encontraron
explica-ción a lo sucedido pensaron que los espantos estaban ha-ciendo eso y
decidieron quedarse las tres en una sola cama, tapadas cada quien con su
respectiva cobija. Esa noche, los destapados fueron los papás de Norma,
obviamente los pa-pás se culparon uno al otro.
También en el día sucedían cosas extrañas, se abrían y
cerraban las llaves del fregadero o las de la regadera y se caían los trastes
en la cocina, en una ocasión -contaron-cuando estaban todos sentados a la mesa
y su mamá les iba a servir la sopa en el plato, este se movió y la sopa cayó en
la mesa, evidentemente esto los asustó mucho y salieron de la casa a comer
fuera, por la noche ya todos tenían miedo y decidieron quedarse a dormir juntos
en un solo cuarto, en la mañana, cuando despertaron, se dieron cuenta que los
papás estaban acostados en el piso y no en la cama, como lo habían hecho la
noche anterior, ellos nunca sintieron que los bajaron con sábanas y cobijas de
la cama, fue como si los hubieran cargado y puesto en el suelo muy suavemente
para no despertarlos.
Después de esta experiencia decidieron buscar otra casa de
renta o en su lugar pedir el cambio de trabajo a San Luis, pero esto no era
posible realizarse de forma inmedia-ta. Los fenómenos paranormales se
incrementaron notable-mente en la casa: las puertas se abrían y se cerraban
solas, los trastes y otros objetos eran lanzados lejos de donde es-taban, por
las noches se apagaban y encendían las luces de la casa, les desarreglaban la
cama, les hacían bola su ropa limpia y se las dejaban arrugada y una serie de
hechos inex-plicables.
Un día se armaron de valor y llevaron a un sacerdo-te para
que bendijera la casa, después de eso los fenómenos bajaron de intensidad
aunque la viejita del pasillo seguía pasando por ahí. Otro día, cuando estaban
en el comedor disfrutando de una rica comida pasó la viejita frente a la puerta
que daba al pasillo, Dante y Guadalupe decidieron seguirla y vieron que entró
al baño, llegaron corriendo y al abrir la puerta descubrieron que no había
nadie ahí. Ese fantasma se aparecía durante el día a pesar de que ya estaba
bendecida la casa.
Los miembros de la familia empezaron a notar que poco a poco
se volvían a intensificar los fenómenos para-normales, a hacerse presentes de
día y de noche, afortuna-damente al papá le autorizaron el cambio de trabajo a
San Luis Potosí; consiguieron una casa de renta para cambiarse, al día
siguiente contrataron un camión de mudanzas y su-bieron todas sus cosas pero
antes de partir fueron a entre-gar las llaves de la casa y a agradecerle a la
dueña, quien vivía cerca de allí, el haberles rentado la casa. Al pasar de
regreso por la casa vieron a la viejita fantasma parada en la calle junto a la
puerta del pasillo, como si los estuvie-ra despidiendo, Dante con su buen humor
le gritó: ¡Adiós abuelita!, el resto de la familia sonrió de felicidad porque
al fin iban a dejar esa terrorífica casa.
Después de escuchar los diversos relatos y viven-cias de cada
uno de los miembros de la familia de Norma, no nos quedó más remedio, a mis
compañeros y a mí, que aceptar una verdad que no podíamos explicar
científica-mente. Sabiendo bien que lo que nos habían contado noera un cuento,
ni un engaño o unas mentiras que a ellos les habían contado, sino algo
sobrenatural que a cualquiera nos puede pasar o simplemente… nunca pasar, nos
despe-dimos.
Fotografía: Elena Rodríguez de la Tejera
Soli Deo Gloria
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