domingo, 18 de septiembre de 2022

Espantan en la casa de la familia de Norma; por Juan Cancino Zapata

Cuando estudiaba la universidad, allá por los ochentas, en la Facultad de Psicología, nos reuníamos en las casas de diferentes compañeros para estudiar, hacer trabajos acadé-micos, preparar clases o estudiar para los exámenes. 

Una gran amiga llamada Norma Aguilera nos brindaba amable-mente su casa para estas actividades e incluso en ocasiones nos invitaba una rica cena; un día, después de terminar de preparar una clase en equipo nos pusimos a platicar con sus papás y sus hermanas tocando diferentes temas hasta que sin darnos cuenta llegamos a los espantos y casas em-brujadas, la mamá de Norma nos contó que tiempo atrás ellos habían vivido en una casa donde espantaban, ni que decir que eso nos intrigó a todos y Martha Flores Mesa, una de mis compañeras, inmediatamente les dijo emocionada y con curiosidad: ¡Cuéntenos, eso parece interesante! La mamá de Norma exclamó: ¡Ay, son bastantes cosas las que nos pasaron! -pero entre todos les vamos a contar algunas-refiriéndose a los miembros de su familia allí presentes.

El papá inició el relato describiéndonos la distribu-ción de la casa que rentaban de la siguiente manera: la casa tenía dos puertas que daban a la calle, por una entrabas a la sala, después seguían dos cuartos, el comedor y al último la cocina, la segunda puerta daba a un pasillo largo que co-municaba con la sala y el comedor, este pasillo continuaba hasta el fondo donde había un baño que al mismo tiempo quedaba justo detrás de la cocina.

La mamá, interviniendo, comentó: Miren, una vez, cuando yo estaba haciendo la comida en compañía de mi hija Guadalupe, la grande, de repente se cayeron los trastes de donde estaban, yo pensé al principio que ésta –refirién-dose a su hija presente- los había tirado y ella pensó que había sido yo, le dije:

Levántalos, al principio no dijo nada y los levantó, esto sucedió varias veces hasta que se enojó de estarlos levantando y me gritó: ¡Ya no los tires! Le con-testé: ¡Pues tú los estas tirando!, mi hija respondió: ¡No, yo estoy haciendo lo que me pusiste a hacer! ¡Tú eres la que los tira!, entonces pensé que algo andaba mal -dijo la mamá- yo no los tiraba, ni ella tampoco, entonces ¿Cómo se caían?, terminamos de hacer la comida, y esperamos que papá regresara de trabajar para comer todos juntos. Después de co-mer Guadalupe me dijo en la sobremesa: ¡A lo mejor aquí espantan!

Este comentario despertó la curiosidad de todos los miembros de la familia e hicieron comentarios sobre lo sucedido, Dante y Norma que seguían en edad respectiva-mente a Guadalupe dijeron: ¡A de ser la viejita que siempre viene al baño! Yo sorprendida les pregunté: ¿Cuál viejita? –dijo la mamá- ¡Una que se mete por la puerta del pasillo y se pasa hasta el baño! –Contestó Dante- ¿A qué horas? -pre-guntó la mamá- ¡Después de que llegamos de la escuela! -Agregó Dante- ¡Y a veces antes de que se haga de noche!, a las respuestas de Dante, Norma agregó: ¡Yo la he visto el sábado y el domingo en las mañanas, cuando no vamos a la escuela!

El papá de Norma continuó la plática ¡Miren! –Nos dijo- al principio yo no les creí nada, sino hasta que a mí me empezaron a pasar cosas extrañas, yo dejaba guardadas mis cosas del trabajo en un lugar y cuando las buscaba no las encontraba, les reclamaba a mis hijos el por qué me mo-vían las cosas de su lugar y ellos simplemente decían que no lo habían hecho, nadie podía abrir el ropero donde yo guardaba mis cosas porque yo traía las llaves siempre en mi llavero, sin embargo, las cosas aparecían en la mesa, en el sillón o en la cocina, constantemente perdía tiempo en andarlas buscando antes de irme a trabajar, pero yo estaba seguro que no eran mis hijos los que hacían esas travesuras.

La hermana más chica de Norma –continuó- ¡Cuén-tales lo de las camas! Norma guardó un poco de silencio an-tes de empezar a platicar sobre este tema, al principio –dijo-yo siempre me despertaba a media noche porque me daba frio y veía que mi sábana y mi cobija estaban en el piso, como me quedaba en la misma cama con mi hermana la grande le echaba la culpa a ella así que le jalaba sus cobijas, me tapaba y me dormía, nuevamente volvía a sentir frio y pensaba que mi hermana me había destapado, entonces me acurrucaba contra ella para calentarme hasta en la mañana; cuando despertábamos, las cobijas y las sábanas estaban en el suelo y empezaba el pleito sobre de quién había destapado a quién.

Para que no discutieran más la mamá dispuso que Norma se iba a acostar con la hermana más chica y la gran-de se iba a quedar sola en una cama. A la mañana siguiente las tres estaban destapadas. Como no encontraron explica-ción a lo sucedido pensaron que los espantos estaban ha-ciendo eso y decidieron quedarse las tres en una sola cama, tapadas cada quien con su respectiva cobija. Esa noche, los destapados fueron los papás de Norma, obviamente los pa-pás se culparon uno al otro.

También en el día sucedían cosas extrañas, se abrían y cerraban las llaves del fregadero o las de la regadera y se caían los trastes en la cocina, en una ocasión -contaron-cuando estaban todos sentados a la mesa y su mamá les iba a servir la sopa en el plato, este se movió y la sopa cayó en la mesa, evidentemente esto los asustó mucho y salieron de la casa a comer fuera, por la noche ya todos tenían miedo y decidieron quedarse a dormir juntos en un solo cuarto, en la mañana, cuando despertaron, se dieron cuenta que los papás estaban acostados en el piso y no en la cama, como lo habían hecho la noche anterior, ellos nunca sintieron que los bajaron con sábanas y cobijas de la cama, fue como si los hubieran cargado y puesto en el suelo muy suavemente para no despertarlos.

Después de esta experiencia decidieron buscar otra casa de renta o en su lugar pedir el cambio de trabajo a San Luis, pero esto no era posible realizarse de forma inmedia-ta. Los fenómenos paranormales se incrementaron notable-mente en la casa: las puertas se abrían y se cerraban solas, los trastes y otros objetos eran lanzados lejos de donde es-taban, por las noches se apagaban y encendían las luces de la casa, les desarreglaban la cama, les hacían bola su ropa limpia y se las dejaban arrugada y una serie de hechos inex-plicables.

Un día se armaron de valor y llevaron a un sacerdo-te para que bendijera la casa, después de eso los fenómenos bajaron de intensidad aunque la viejita del pasillo seguía pasando por ahí. Otro día, cuando estaban en el comedor disfrutando de una rica comida pasó la viejita frente a la puerta que daba al pasillo, Dante y Guadalupe decidieron seguirla y vieron que entró al baño, llegaron corriendo y al abrir la puerta descubrieron que no había nadie ahí. Ese fantasma se aparecía durante el día a pesar de que ya estaba bendecida la casa.

Los miembros de la familia empezaron a notar que poco a poco se volvían a intensificar los fenómenos para-normales, a hacerse presentes de día y de noche, afortuna-damente al papá le autorizaron el cambio de trabajo a San Luis Potosí; consiguieron una casa de renta para cambiarse, al día siguiente contrataron un camión de mudanzas y su-bieron todas sus cosas pero antes de partir fueron a entre-gar las llaves de la casa y a agradecerle a la dueña, quien vivía cerca de allí, el haberles rentado la casa. Al pasar de regreso por la casa vieron a la viejita fantasma parada en la calle junto a la puerta del pasillo, como si los estuvie-ra despidiendo, Dante con su buen humor le gritó: ¡Adiós abuelita!, el resto de la familia sonrió de felicidad porque al fin iban a dejar esa terrorífica casa.

Después de escuchar los diversos relatos y viven-cias de cada uno de los miembros de la familia de Norma, no nos quedó más remedio, a mis compañeros y a mí, que aceptar una verdad que no podíamos explicar científica-mente. Sabiendo bien que lo que nos habían contado noera un cuento, ni un engaño o unas mentiras que a ellos les habían contado, sino algo sobrenatural que a cualquiera nos puede pasar o simplemente… nunca pasar, nos despe-dimos.

Fotografía: Elena Rodríguez de la Tejera

Soli Deo Gloria

 

 

 


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