sábado, 17 de septiembre de 2022

La cueva de Pablo Alderete; por Juan Cancino Zapata

 

El dueño de un terreno de la Sierra de Álvarez, que se en-cuentra ubicada cerca de la capital potosina, invitó a un grupo de espeleólogos pertenecientes a la Asociación Poto-sina de Montañismo y Espeleología (entre los cuales me en-cuentro yo) a explorar una cueva ubicada en su propiedad, nosotros accedimos con gusto. Después de acordar con el señor Pablo Alderete la fecha para realizar la exploración, nos hicimos presentes en la hora y lugar indicados, Pablo amablemente nos llevó a conocer su terreno y después la entrada de la cueva.

La entrada a la cueva era pequeña, pero a unos cuan-tos metros se descendía por un pequeño sótano de unos cuatro metros de profundidad que tenía colocada una vieja escalera de madera, muy deteriorada por el tiempo, noso-tros no le hicimos confianza a la misma por lo que coloca-mos una cuerda para descender a rappel; posteriormente y después de avanzar unos pocos metros por un pequeño pasaje horizontal llegamos a un sótano mucho más profun-do, nuevamente armamos nuestro equipo para descender y explorar esta hermosa e interesante cueva.

Después de varias horas de exploración y de tomar fotografías iniciamos el ascenso en la cuerda uno por uno, yo fui el último en subir por la cuerda del sótano grande. Al faltar dos metros para llegar a la cima de este sótano sentí que algo jaló mi mochila, en la que traía el equipo fo-tográfico, se rompió la correa que la sostenía y cayó al vacío estrellándose con las piedras del fondo, allí mismo, colgado en la cuerda, me cambié el sistema de ascenso por el de descenso y les dije a mis compañeros que iba a regresar por mi cámara, al llegar abajo recogí mi mochila rota por la caí-da, en su interior la cámara y dos flashes también estaban rotos. Ascendí nuevamente por la cuerda, al llegar afuera les comenté a mis amigos que la mochila se había atorado

 con algo y que se me había caído, les mostré los pedazos del equipo fotográfico que habían quedado. Recogimos nues-tros equipos de espeleología y nos retiramos del lugar con la intención de volver en otra ocasión a realizar la topogra-fía de la cueva.

Por diferentes circunstancias ya no volví a esa cue-va, olvidándome de ella por muchos años hasta que, en una ocasión, platicando con Ricardo Peralta sobre este lugar, él me comentó que de vez en cuando llevaba excursionistas a conocer esa enigmática y hermosa cueva. Uno de sus com-pañeros había ido en varias ocasiones a visitar la cueva de Pablo, él tenía una novia a quien le describía lo impresio-nante y bonita que era, se la pintaba como una maravilla y le prometió que la iba a llevar en la siguiente ocasión.

La novia siempre le preguntaba cuándo iba a ir a esa cueva, ella deseaba conocerla antes de que se casaran, así que le dijo que iba a platicar con Ricardo para ver si podía organizar una salida a esa cueva, para que ella la conociera. Ante la demanda insistente de este amigo, Ricardo accedió a la petición y programaron la visita junto con otros com-pañeros, el novio le comunicó a su prometida que ya estaba programada la fecha para ir a esa cueva.

Por azares del destino la desgracia se hizo presente sobre esta pareja de enamorados. En la semana en que iban a visitar la cueva la novia sufrió un fatal accidente, el no-vio, como es natural, se deprimió, aunque recibió un gran apoyo en esos días por parte de familiares y amigos. Como ya se acercaba la fecha programada para la excursión a la cueva alguien le aconsejó al novio que fuera y que llevara una fotografía de su novia y que la dejara allí en memoria de su amada en señal de que aunque fuera en foto él había cumplido con la promesa de llevarla a conocer esa cueva, el novio así lo hizo, el día señalado guardó una fotografía de ella en su mochila y se la llevó consigo.

Cuando se finaliza una excursión a una cueva los in-tegrantes del grupo van saliendo uno a uno y el de más ex-periencia en cuevas permanece hasta el final, en esa ocasión le tocó a Ricardo ser el último en salir. Tiempo después nos platicó que después de recoger y enredar la cuerda gran-de del penúltimo tiro pero encontrándose aún en el pasi-llo, antes de salir al exterior por el último tiro, sintió sobre su hombro como si alguien lo abrazara amistosamente y lo acompañara a la salida, él al voltear a ver quién era, no vio a nadie, sintió escalofrío y un poco de miedo y aceleró el paso para salir rápidamente de ahí, a nadie de ese grupo le dijo nada de lo que pasó, pero se quedó pensando o fantasean-do que tal vez era el espíritu de la novia que lo acompañó hasta la salida de la cueva.

 

En otra ocasión él mismo llevó al lugar a otro grupo de jóvenes, pero iban otros guías con él, a la salida de la cueva él salió primero y dejó a uno de los otros guías que saliera al final, para ver qué pasaba, el último al salir dijo: ¡Oigan, aquí espantan!, sentí que alguien me abrazaba a la salida, pero como con cariño, porque no me asusté, ¡Pero si me dio cuscús!, sentí que eso me acompañó todo el pasillo horizontal, posteriormente fueron otros grupos a esa cue-va y al último explorador en salir le sucedió algo similar. Lo acontecido a estos exploradores se regó como pólvora entre los excursionistas y tal vez sea la causa del por qué ya van varios años que Ricardo no lleva gente a visitar esta enigmática cueva.

Fotografía: Elena Rodríguez de la Tejera

Soli Deo Gloria

 

 

0 comentarios:

Publicar un comentario