El dueño de un terreno de la Sierra de Álvarez, que se en-cuentra ubicada cerca de la capital potosina, invitó a un grupo de espeleólogos pertenecientes a la Asociación Poto-sina de Montañismo y Espeleología (entre los cuales me en-cuentro yo) a explorar una cueva ubicada en su propiedad, nosotros accedimos con gusto. Después de acordar con el señor Pablo Alderete la fecha para realizar la exploración, nos hicimos presentes en la hora y lugar indicados, Pablo amablemente nos llevó a conocer su terreno y después la entrada de la cueva.
La entrada a la cueva era
pequeña, pero a unos cuan-tos metros se descendía por un pequeño sótano de unos
cuatro metros de profundidad que tenía colocada una vieja escalera de madera,
muy deteriorada por el tiempo, noso-tros no le hicimos confianza a la misma por
lo que coloca-mos una cuerda para descender a rappel; posteriormente y después
de avanzar unos pocos metros por un pequeño pasaje horizontal llegamos a un
sótano mucho más profun-do, nuevamente armamos nuestro equipo para descender y
explorar esta hermosa e interesante cueva.
Después de varias horas de
exploración y de tomar fotografías iniciamos el ascenso en la cuerda uno por
uno, yo fui el último en subir por la cuerda del sótano grande. Al faltar dos
metros para llegar a la cima de este sótano sentí que algo jaló mi mochila, en
la que traía el equipo fo-tográfico, se rompió la correa que la sostenía y cayó
al vacío estrellándose con las piedras del fondo, allí mismo, colgado en la
cuerda, me cambié el sistema de ascenso por el de descenso y les dije a mis
compañeros que iba a regresar por mi cámara, al llegar abajo recogí mi mochila
rota por la caí-da, en su interior la cámara y dos flashes también estaban
rotos. Ascendí nuevamente por la cuerda, al llegar afuera les comenté a mis
amigos que la mochila se había atorado
con algo y que se me había caído, les mostré
los pedazos del equipo fotográfico que habían quedado. Recogimos nues-tros
equipos de espeleología y nos retiramos del lugar con la intención de volver en
otra ocasión a realizar la topogra-fía de la cueva.
Por diferentes circunstancias
ya no volví a esa cue-va, olvidándome de ella por muchos años hasta que, en una
ocasión, platicando con Ricardo Peralta sobre este lugar, él me comentó que de
vez en cuando llevaba excursionistas a conocer esa enigmática y hermosa cueva.
Uno de sus com-pañeros había ido en varias ocasiones a visitar la cueva de
Pablo, él tenía una novia a quien le describía lo impresio-nante y bonita que
era, se la pintaba como una maravilla y le prometió que la iba a llevar en la
siguiente ocasión.
La novia siempre le preguntaba
cuándo iba a ir a esa cueva, ella deseaba conocerla antes de que se casaran,
así que le dijo que iba a platicar con Ricardo para ver si podía organizar una
salida a esa cueva, para que ella la conociera. Ante la demanda insistente de
este amigo, Ricardo accedió a la petición y programaron la visita junto con
otros com-pañeros, el novio le comunicó a su prometida que ya estaba programada
la fecha para ir a esa cueva.
Por azares del destino la
desgracia se hizo presente sobre esta pareja de enamorados. En la semana en que
iban a visitar la cueva la novia sufrió un fatal accidente, el no-vio, como es
natural, se deprimió, aunque recibió un gran apoyo en esos días por parte de
familiares y amigos. Como ya se acercaba la fecha programada para la excursión
a la cueva alguien le aconsejó al novio que fuera y que llevara una fotografía
de su novia y que la dejara allí en memoria de su amada en señal de que aunque
fuera en foto él había cumplido con la promesa de llevarla a conocer esa cueva,
el novio así lo hizo, el día señalado guardó una fotografía de ella en su
mochila y se la llevó consigo.
Cuando se finaliza una
excursión a una cueva los in-tegrantes del grupo van saliendo uno a uno y el de
más ex-periencia en cuevas permanece hasta el final, en esa ocasión le tocó a
Ricardo ser el último en salir. Tiempo después nos platicó que después de
recoger y enredar la cuerda gran-de del penúltimo tiro pero encontrándose aún
en el pasi-llo, antes de salir al exterior por el último tiro, sintió sobre su
hombro como si alguien lo abrazara amistosamente y lo acompañara a la salida,
él al voltear a ver quién era, no vio a nadie, sintió escalofrío y un poco de
miedo y aceleró el paso para salir rápidamente de ahí, a nadie de ese grupo le
dijo nada de lo que pasó, pero se quedó pensando o fantasean-do que tal vez era
el espíritu de la novia que lo acompañó hasta la salida de la cueva.
En otra ocasión él mismo llevó
al lugar a otro grupo de jóvenes, pero iban otros guías con él, a la salida de
la cueva él salió primero y dejó a uno de los otros guías que saliera al final,
para ver qué pasaba, el último al salir dijo: ¡Oigan, aquí espantan!, sentí que
alguien me abrazaba a la salida, pero como con cariño, porque no me asusté,
¡Pero si me dio cuscús!, sentí que eso me acompañó todo el pasillo horizontal,
posteriormente fueron otros grupos a esa cue-va y al último explorador en salir
le sucedió algo similar. Lo acontecido a estos exploradores se regó como
pólvora entre los excursionistas y tal vez sea la causa del por qué ya van
varios años que Ricardo no lleva gente a visitar esta enigmática cueva.
Fotografía: Elena Rodríguez de
la Tejera
Soli Deo Gloria
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