viernes, 9 de septiembre de 2022

La casa en la Veinte de Noviembre; Juan Cancino Zapata

 

En 1964 vivíamos en una casa que contaba con tres departamentos, uno de los cuales ocupábamos nosotros, otro una familia que solo iban a quedarse durante el día, pero que por las noches no dormían allí y un departamento vacío en la azotea.

Mi padre rentó este departamento porque según él, le quedaba más cerca de la estación del ffcc donde él trabajaba, el departamento consistía solo de una habitación, una cocina y un baño, como mi padre salía de “camino” frecuentemente, nos quedábamos en esta casa solo mi mamá, mi hermana y yo.

Cierta noche mi mamá me mandó a cenar la leche y el pan que ya me había servido en la mesa de la cocina, como a mí no me gustaba mucho la leche en ese tiempo le dije que el vaso estaba muy grande, que era mucha leche y que le iba a sacar la mitad, ella me contestó desde el cuarto donde estaba planchando: ¡Te la vas a tomar toda!

 Le dije a mi mamá -para no tomarme la leche- ¡Es que me da asco la leche! Ella volvió a repetirme: ¡Te la vas a to-mar toda o te chancleo! Con gran resignación y asco empe-cé a tomar la leche cuando de pronto se escuchó una sono-ra, horrible y espeluznante carcajada en el cuarto de arriba.

 Al escuchar eso la leche se me cayó con todo y vaso en la mesa, boté la silla hacia atrás y de dos brincos ya ha-bía llegado con mi mamá ¡¿Oíste?! -le alcancé a decir- todo atemorizado y con el corazón latiéndome a toda velocidad, ella contestó: ¡Sí!, nuestra habitación tenía una ventana ha-cia el patio y desde allí se podían ver las ventanas del cuar-to de arriba, frente a nosotros. Mi mamá se asomó por la ventana para ver hacia arriba, donde se había escuchado la carcajada y dijo: ¡No se ve nada! Aunque teníamos encendi-da la luz del patio, el cuarto de arriba estaba oscuro.

 Había un pequeño espejo colgado en la pared de nuestro cuarto, arriba del buró que estaba al lado la cama, lo tomé para usarlo como reflector, reflejando la luz del foco del cuarto hacia arriba donde estaban las ventanas del cuar-to vacío, la luz reflejada penetraba al cuarto por las venta-nas y no se veía nada extraño en el interior, ni se escuchaba ningún sonido.

 Solo el silencio reinaba en el lugar, mi hermana dijo: ¡Mamá tengo miedo! Ella la abrazó y le dijo: ¡No es nada! Ella le contestó: ¡Se oyó bien feo!, en ese momento se escu-chó el abrir de la puerta de la calle, mi mamá le aseguró para calmarla ¡Es tu papá! Y efectivamente él apareció por el za-guán caminando hacia nuestro cuarto e inmediatamente le dije lo que acabábamos de oír, él tomó un palo y una lámpa-ra que tenía arriba del ropero y subió al departamento a ver que había sido el ruido que habíamos escuchado, mi mamá y yo lo seguimos atrás, cuando subimos a la azotea hasta donde estaba la entrada al cuarto de arriba, éste tenía pues-to el pasador donde se pone el candado, como la puerta era de fierro produjo mucho ruido al abrirla y al aluzar con la lámpara vimos que estaba completamente vacío.

 

Como el pasillo de la escalera tenía protección era di-fícil que alguien se brincara a la casa, le platicamos a mi papá, los tres, lo que habíamos escuchado y después busca-mos en toda la casa y no encontramos la causa, ni la proce-dencia de esa carcajada, después de tranquilizarnos y con la seguridad de que nuestros padres que nos cuidarían, mi hermana y yo nos fuimos a dormir. Al día siguiente, en la escuela vi a Fernando y le platiqué lo que habíamos escu-chado la noche anterior, él después de escucharme me co-mentó muy seguro de lo que decía: 

¡Es el diablo! Allí en esa casa espantan en la noche, por eso nosotros no nos queda-mos a dormir allí, cuando nos cambiamos nada más nos quedamos a dormir una semana, no te lo había dicho por-que mi mamá me prohibió que se los dijera, para que no se asustaran –continuó Fernando- a mi mamá y a mi papá se les apareció el diablo, un día que estaban dormidos apa-garon la luz del patio porque se metía hasta el cuarto y no se podían dormir con la luz encendida, cuando ya estaban dormidos escucharon como que andaba un caballo en el pa-tio, mi mamá fue la primera que oyó y despertó a mi papá, le dijo quedito: ¡Algo anda en el patío! Mi papá se sentó en la orilla de la cama para levantarse, pero vio hacia el patio por los vidrios de la puerta y lo que estaba afuera era la sombra de un jinete a caballo, se veía la sombra reflejada en la puerta y la ventana del cuarto.

Mi papá no se movió y se quedó viendo hacia afue-ra, no sabía cómo había entrado un caballo al patio ya que por la puerta de la calle no cabía semejante animal, en eso mi mamá empezó a rezar un padre nuestro, entonces el caballo relinchó y se oyó que se subió por la escalera, mi papá prendió la luz del patio y no había nada, pero ya no salió al patio porque le dio bastante miedo. Al otro día buscaron huellas del caballo pero no había nada, pensaron

 

que a lo mejor había sido una pesadilla o que lo habían imaginado, porque un caballo no podría salirse por arri-ba, Fernando, confiándome más cosas, continuó platicán-dome más sobre la casa, me dijo que otro día su papá se había ido a México por lo que él y su mamá se quedaron solos en la casa, por la noche dejaron la luz del patio en-cendida porque tenían miedo, como a las cuatro de la ma-ñana su mamá escuchó que se cerraba la puerta del baño que estaba afuera en el patio, abrió los ojos y vio que la luz del patio ya estaba apagada, como afuera daba la luz de la luna, se quedó viendo al patio, ella empezó a oler un olor como de azufre que se metía poco a poco al cuarto y súbi-tamente se le vino a la memoria que así olía el diablo, en eso, afuera se prendió una flama roja, que se movía frente a la puerta, la cual después de unos instantes lentamente se fue apagando y solo quedó la silueta de un hombre rojo, que se fue oscureciendo poco a poco hasta ser una sombra negra y solo le quedaron los ojos rojos flameantes como de lumbre, mi mamá del miedo se desmayó y ya no supo más hasta en la mañana que yo la desperté –dijo Fernan-do - para que me arreglara para ir a la escuela, lo cual a mí se me hizo raro porque ella siempre se levantaba primero, antes que yo.

 

Después en la casa de mi abuelita ella me platicó lo que vio, porque yo estaba dormido esa noche y ni cuenta me di de lo que pasó, por esos acontecimientos nos fuimos a vivir a la casa de mi abuela y no regresamos a la casa por la ropa hasta que llegó mi papá de México, allá con mi abuelita duramos tres meses hasta que ustedes se cambia-ron a esta casa, por eso mis papas ya no se quieren quedar a dormir aquí, solo venimos a cuidar las cosas en el día, porque nuestras cosas no caben en la casa de mi abuelita, si ustedes se cambian de la casa ya no vamos a venir ni en el día porque a mi mamá le da mucho miedo estar aquí en esta casa, ella prefiere vivir con mi abuelita.

Lo que Fernando me dijo sobre el “diablo” que se aparecía en esa casa motivó a mis padres a cambiarnos de ese lugar, y así lo hicimos a la semana siguiente, después de encontrar otra casa para vivir.

Fotografia: Elena Rodriguez de la Tejera

Soli Deo Gloria

 

 

 

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