¿Oiga Pedrito y no le tiene usted miedo al diablo? - pregunto Don Cayetano Vásquez, cándido habitante de El Jabalí, de esos que crecieron con la tierra, con las historias y leyendas que oyó de sus mayores, - “yo desayuno diablitos”, - contesto Pedrito que era un mocetón veinteañero de esos que se sentían libres subiendo cerros y buscando cuevas para explorar.
“Ah bueno” – dijo don Cayetano,
porque yo conozco la cueva en donde la hacendada Inés Navarro escondió la vajilla
de su cocina por miedo a los revolucionarios, - ¿y como conoce usted esa cueva?,
pregunto Pedrito al que ya le había entrado la curiosidad – “pues mi papa me
llevo una vez a ese cerrito y me la mostro y me dijo: “mire mijo, aquí fue
donde ayude a la bruja a esconder todos los trastes de su cocina” contesto Don
Cayetano Vásquez, que con sus 80 años a cuestas aun cabalgaba en la ilusión de
una Patria Democrática.
(Nota del Autor): A Doña Inés no le
decían “La Bruja” por mala o por que tuviera pacto con el diablo, sino por su
capacidad de convertirse en “nahual” y por las noches recorrer sus sembradíos,
cuidando que manos poco hacendosas se apropiaran del trabajo de sus esfuerzos.
“Pues si usted me lleva, con gusto le
atoramos” – contesto Pedrito al que ya le había entrado la curiosidad y el
hambre de aventura – “pues el día que usted quiera, a fin de cuentas no queda
lejos de mi casa” – contesto Don Cayetano muy contento de haber encontrado a
alguien que le ayudara a desentrañar esa vieja historia que le conto su papa.
“Pues el próximo jueves por la mañana
por allá nos vemos Don “Caye””, - contesto Pedrito y se despidió. Los siguientes días de la semana
se dedicó a buscar a su amigo “El Griego” que como a él, le encantaba eso de
rescatar princesas de torres fortificadas.
Encantado por el relato accedió a verse
el próximo jueves por la mañana para ir al “Jabalí” a ver a Don Cayetano, y buscar
la cueva encantada; y así le hicieron, salió el viejecito bondadoso y les dijo
“ya están listos chamacos para enfrentar al chamuco” y ellos entre risueños y
nerviosos le contestaron, “puestísimos Don Caye”, a sus órdenes.
Salió el viejecito, con dificultades
para caminar, de esas dificultades que dan los años y los sueños democráticos rotos,
se encamino de su casa hacia la salida para “El Pescadito”, y a pocos metros de
su casa, en un cerrito acomplejado por su tamaño, se detuvo, lo rodeo un poco y
dijo aquí esta.
Pedrito y su amigo se dispusieron a
bajar a la oquedad de una pequeña cuevita al pie del cerro, bajaron no más de 3
metros y descubrieron un tiro de unos 15 metros más o menos, entusiasmados lo
recorrieron buscando la continuación hacia otro tiro o alguna recamara más
grande, pero oh decepción, no encontraron más que ese tiro y ninguna otra continuación,
ni siquiera alguna pequeña oquedad que les permitiera pensar en la posibilidad
de continuación de la cueva en comento.
Descorazonados desandaron sus pasos
aventureros hacia la entrada de la cueva, cuando con asombro descubrieron un
posible pasaje, toparon con una inmensa piedra
como de dos metros, y al pie de ella un pequeño montón de cenizas, con hambre
de descubrimiento, hicieron a un lado las cenizas y para su sorpresa entre
estas, esparcidas, una buena cantidad de dientes y muelas.
(Nota del Autor): no está de más
decir que en ese entonces “El Griego” estaba en San Luis Potosí, Capital,
estudiando para sacar muelas. Por eso fue que él se quedó con ellas alegando
que le servirían para sus estudios.
Excavando entre estas cenizas y
muelas se dieron cuenta que dicha piedra estaba sobre puesta, tapando la
entrada a otro tiro, galería y/o a los trastes de Doña Inés, no olviden que,
descubrir eso, era el objetivo de la expedición, Pedrito era el más entusiasta,
cavo alrededor de la piedra para estar seguro que efectivamente era una roca
tapando una entrada y no una formación caprichosa.
Resulto que ciertamente era una gran
roca tapando una entrada y que el “Griego” y el solos, no iban a poder moverla,
por lo que optaron por salir de la cueva y contarle todo a Don Cayetano, y
junto con él se pusieron de acuerdo en volver el próximo jueves con más amigos,
herramientas y sogas suficientes para mover esa gran roca y descubrir el túnel
que tapaba.
Pedrito se dio a la tarea esa semana
de reunir los todos los elementos técnicos
y humanos que hubiera menester
para desfacer aquel entuerto, y con la ayuda de National Geografic, consiguió
una cuerda gruesa de unos 10 metros, una barra, un zacapico, una pala y
lámparas para lo que pudiera hacer falta.
Los elementos humanos los consiguió
en sus amigos – aparte del “Griego” que ya estaba apuntando – “Kike” o el niño
Reyes-Gómez para algunos, a un tío del “Kike”, “El Manotas” y cuatro amigos más
que escapan a la memoria de Pedrito, para formar un heterogéneo grupo de siete Quijotes
sin rocinante ni dulcineas.
(Nota del Autor a manera de disculpa):
Pedrito ahora usa su memoria para trabajar y alimentar su prole y no para
tareas intrascendentes como acordarse de todos los nombres de esos amigos que
lo acompañaron en esa loca aventura.
Se presentaron temprano a la mañana
en la casa de Don Cayetano, - conforme lo acordado, y la verdad impresionaban, siete
mocetones fuertes y valientes, con cualquier cantidad de equipo en sus manos,
además de lo ya mencionado, el lonche compuesto por un refresco y tortas de
huevo, aderezadas de huevo y hechas por sus madres con dos yemas, y con la
recomendación un tanto autoritaria de que las comieran a… “fuerzas”.
Una mañana de esas que invitan a
vivirse, fresca y olorosa a misterio, salieron siete aventureros, rumbo a ese enigma
que se llama incertidumbre. Llegaron al “Jabalí” a la casa de don “Cayetano”,
salió el viejecito con un bastón, para ayudar a caminar al tiempo, y les
pregunto “muchachos ya desayunaron”, y estos rufianes que no sabían decir que
no a una bebida y comida gratis, le contestaron “todavía no Don Caye”, y él se
dirigió con pasos lentos de esos que ya anduvieron muchos caminos, hacia una
casita de paja y bajareque que le servía de cocina, y tomaron los que pudieron,
asiento alrededor de una mesita que como el, atestiguaban el paso de mil
batallas.
El ambiente era agradable, campirano,
la cocina tenía olores guardados de tomillo, leña, pan, masa, y amor familiar.
Estos imitadores de “Indiana Jones” degustaron de un café de olla en taza de
barro, y un pan con olor a leña. Don Cayetano
con una mirada discreta observo que ya todos sus amigos habían terminado su
café y recogían las miguitas de pan del plato, y se levantó de la mesa, se
despidió de una de sus hijas que nos acompañaba, y dijo “bueno muchachos, vámonos
que Doña Inés nos espera”, y salieron tras él, todos esos buscadores de cosas
que no habían perdido.
Don Cayetano se detuvo exactamente en
el mismo lugar al que la vez anterior los había llevado, bajaron todos sus
herramientas y lonches y se dispusieron a bajar a la cueva, claro el primero,
el que iba por delante era Pedrito, reconoció el lugar y vio que era
exactamente el mismo, una oquedad de aproximadamente 50 centímetros de diámetro
en la cual la vez anterior habían descendido hacia el interior de la cueva,
pero se asombró al encontrarse que no se podía introducir más de un metro y ahí
terminaba el agujero. Salió y le dijo a Don Cayetano “oiga Don Caye” este no es
el lugar, no se puede bajar más de un metro”, Don Cayetano contesto, “a lo
mejor me equivoque vamos a buscarlo más allá”, y así lo hicieron …
Se formaron en rueda los amigos para
tomar el asunto en sus manos y acordaron recorrer el cerrito, separados unos tres
metros cada quien, para cubrir toda su superficie, así lo hicieron y peinaron
el cerro, investigando hoyo por hoyo, con minuciosidad detectivesca no dejaron
pasar ninguno sin que fuera debidamente investigado. Pero no encontraron nada,
nada de nada, ni siquiera algo parecido a la entrada a una cueva.
Desilusionados los anteriores
Quijotes se convirtieron en Rocinantes y muy tristes se dispusieron a continuar
sus cotidianidades, comer, trabajar para enriquecer a otros, dormir, pero se
fueron mascullando entre ellos que seguramente “El Griego” y Pedrito estaban
locos por que si aseguraban que habían estado en el interior de esa cueva y
ahora no la habían encontrado eso era señal de ser demasiado despistados, por
no decir más fuerte.
Pedrito iba, cabizbajo, pensativo,
asombrado y en silencio para no ser punto central de más burlas de sus amigos,
por que el “fuego amigo”, aunque amigo, duele, cala.
De la anterior historia que tan
amablemente me conto Pedrito me quedan varias interrogantes;
Primera, porque Don “Caye” la primera
vez que los llevo, dio rápida y certeramente con el lugar, y la segunda no lo
encontró. A él lo llevo su padre y nunca olvido el lugar, además este, se
encontraba a unos pasos de su casa.
Segunda, por que Pedrito que era casi
un experto subiendo y bajando montes e investigando cuevas, se dice que
inclusive fue descubridor de una gruta y con un gran sentido de orientación, en
esta ocasión no pudo volver a ubicar el sitio en el que ya había estado antes,
y que además estaba cerca del poblado y aún más, cerca de la casa de Don Cayetano.
Tercera, hasta donde yo sé y la
lógica me permite pensar, las cuevas no desaparecen, o sea, ahora están, ahora
no están, eso no existe. Vivimos en un mundo de tres dimensiones con reglas de
física inviolables.
Y ultima interrogante, “El Griego”
también fue a la primera expedición, estuvo dentro de la cueva e incluso se
llevó los dientes y muelas que extrajimos, y que paso por que no pudo volver a
encontrarla.
Se quedan las interrogantes como
ganchos para colgar historias.
R2D2: Mayo - 10 – 2014
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