Mucha gente conoció a La Tacones” o muchos oyeron hablar de
ella, ¿pero en realidad la conocieron?
Victoria Reyes Arévalo; “La Tacones”
Figura espigada, tez apiñonada, de negro, zapatos de tacón
de aguja con el cuero arriscado hacia arriba, chal viejo y muy gastado, una
bolsa mugrienta colgada del brazo conteniendo objetos diversos encontrados al
azar en algún bote de basura.
Toc, toc, toc, se oía por la calle toc, toc, toc, se
escuchaba por la plaza, y el peculiar sonido provenía del apresurado andar de
una personita muy singular, era la tacones, como la apodaba el pueblo, una
mujer afectada de sus facultades mentales, y le decían por su taconeo y su
andar saleroso uno, dos y tres pasitos, luego se detenía, y otra vez a manera
de carrerita.
La tacones vino a ser ante la incomprensión y falta de amor
de sus semejantes, una víctima más a quien la indiferencia obligo a arrastrar
su miseria por las calles del pueblo, ya mendingando un taco en una casa, ya
pidiendo un pan o una moneda por la calle, cosa que no todos accedían a darle,
pues en ocasiones solo recibía insultos o burlas de la genta, La Virgencita lo
socorra, la virgencita lo ayude, decía con voz tipluda cuando alguien le daba
una moneda, pero enseguida completaba la frase con estas palabras, perro
desgraciado, perro infeliz.
Y la acompañaba un viejecito de luenga barba y gran
prestancia, como viejito de barro de esos que en diciembre adornaban los
nacimientos, el cual llamaban Octaviano.
Don Octaviano murió de repente y fue sepultado en el panteón
de Ciudad Fernández, del cual la tacones brincaba la barda para visitar la
tumba de Don Octaviano y lloraba amargamente sobre la misma.
Dios en su infinita misericordia, en su momento le envió a
la tacones un ángel Guardián con figura de mujer y de nombre Avelina Romero,
Avelina no era rica, sino todo lo contrario, su humilde casita se ubicaba en el
barrio de los llanitos pasando el rio, podría catalogarse a Avelina como la
única amiga de La Tacones ya que en más de una ocasión la había socorrido.
Avelina alojó en su casa a La Tacones, con sus propias manos
la mujer construyó para la tacones una especie de choza tomando como base un
mezquite, amarró dos o tres palos, los cercó de carrizo y los embarró de lodo
con paja, una lámina vieja hacia el papel de techo.
VICTORIA REYES AREVALO, creció en Carbonera hoy Villa
Juárez, en medio de mimos y halagos de parte de su padre y hermano. Ahora tenía
dieciocho años, era tan hermosa, toda una señorita.
Victoria comenzaba a
trabajar como secretaria en el registro civil de Carbonera, su predilección era
los zapatos de tacón de aguja, había obtenido por méritos propios un plaza de
maestra, una tarde Victoria fue secuestrada al salid del templo, un antiguo
pretendiente que había regresado al pueblo al mirarla más hermosa, juró
vengarse del desprecio que la muchacha le hiciera en otro tiempo.
Así entre días y años de infelicidad Victoria procreo dos
hijos que eran su adoración. En venganza contra su marido comenzó a
condescender con los hombres del pueblo, un día al volver de la escuela al
hogar, Victoria no lo encontró ni a él ni a sus niños.
Victoria lloraba inconsolable día y noche, en varias semanas
no comió ni durmió se encerró en su casa, no salía para nada, ni le abría la
puerta a nadie, una tarde la puerta de su casa se abrió y por ella salió una
mujer enflaquecida y demacrada vestida toda de negro, preguntaba si no habían
visto a sus niños, la gente comenzó a llamarle loca y sus antiguos amigos se
alejaron, los que fueron sus alumnos se burlaban de ella jalándola del vestido
o tirándole piedras, algunos hombres del pueblo empezaron a abusar de ella, la
golpeaban si se resistía provocando con esto su desquiciamiento total, aun en
su estado mental atrofiado.
Victoria seguía teniendo predilección por los
zapatos de tacón de aguja, así fue como un día Avelina Romero la conoció cuando
a través de la cerca de nopales de su casa llego a pedirle agua, la tacones
sufrió mucho en sus últimos días, el miércoles 14 de septiembre de 1988 la
tacones murió en brazos de Avelina, su cuerpo quedó reducido a un montoncito de
huesos y a un sinfín de llagas por todo el cuerpo.
Avelina lloró a Victoria a la que consideraba como a una
hija más, con dolor entregó su cuerpo a la tierra una veintena de gentes la
acompañó al cementerio y en el interior de su humildísimo ataúd de tablas, se
llevó con ellas su muñeco destartalado, el viejo costal de Don Octaviano le
sirvió de cabecera, la tacones no tuvo un sepelio rumboso ni elegante, pero la
veintena de gentes que la acompañaba iba de todo corazón y con respeto.
Tampoco
tuvo un ataúd metálico ni ostentoso, aunque careció de una fosa de ladrillos y
flores especiales, su cuerpo lo recibió amorosamente la tibia tierra y no la
fosa fría, por supuesto que tampoco tuvo orador que le diera el adiós póstumo,
pero a su paso las bugambilias soltaron sus flores de tristeza, los cenzontles
le mandaban el concierto de sus voces, el sol con sus últimos rayos alumbró por
última vez a las tablas desnudas de su ataúd bañadas de oro puro y casto.
Parte de su Biografía, aportación del Archivo Histórico de
Ciudad Fernández y a su titular el Profesor José Manuel Cruz Zamora.
Narración;Salomón Ríos Barrientos; Compartió - Fernando Chavira López
Fotografia; Lic. Elena Rodroguez de la Tejera
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