martes, 19 de junio de 2018

Mi testamento – Silvio Rodríguez



Como la muerte anda en secreto y no se sabe Que mañana
yo voy a hacer mi testamento     
a repartir lo que me falta pues lo que tuve ya está hecho
ya está abrigado ya está en casa,
voy a hacer mi testamento            para cerrar cuentas soñadas.

Le debo una canción a la sonrisa
a la sonrisa esa de manantial, esa que salta.
Le debo una canción a toda prisa para que quede
que estuvo cerca, agazapada.

Le debo una canción a lo que supe
a lo que supe y no pudo ser más que silencio.
Le debo una canción una que ocupe
la cantidad de mordazamor de un juramento.

Le debo una canción a los pecados
a los pecados que no gaste, los que no pude.
Le debo una canción no como hermano
solo de sal que el delectador también alude.

Le debo una canción a la mentira
a la mentira pequeña, frágil, casi salva.
Le debo una canción endurecida
una canción asesina, bruta, sanguinaria.

Le debo una canción al oportuno
al oportuno mutilador de cuanta ala.
Le debo una canción de tono oscuro
que me encadene a vagar su eterna madrugada.

Le debo una canción a las fronteras
a las fronteras humanas, no a las del misterio.
Le debo una canción tan poco nueva
como la voz más elemental de los colegios.

Le debo una canción a una bala
A un proyectil que debió esperarme en una selva.
Le debo una canción desesperada
desesperada por no poder llegar a verla.

Le debo una canción al compañero
Al compañero de riesgos, al de la victoria.
Le debo una canción de canto nuevo
una bandera común que vuele con la historia.

Le debo una canción, una, a la muerte
Una a la muerte voraz que se comerá tanto.
Le debo una canción en que hunda el diente
y luego esparza con la explosión fuegos del canto.

Le debo una canción a lo imposible
A la mujer, a la estrella, al sueño que nos lanza.
Le debo una canción indescriptible
como una vela inflamada en vientos de esperanza.
















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