viernes, 30 de septiembre de 2022

La cueva de los muertos, por Juan Cancino Zapata.

 

Hace algunos años me platicaron que cerca del pueblo del Sermón en el municipio de Rioverde, S.L.P. existía una cue-va en la que había huesos humanos.

Tiempo después unos amigos y yo decidimos ir a explorar la cueva; la encontra-mos partida a la mitad debido a los trabajos de corte del cerro que realizaba una fábrica de mármol, recorriendo la zona vimos un pequeño orificio en el exterior del cerro que nos permitió introducirnos a lo que quedaba de la cueva.

 Al entrar, arrastrándonos, nos dimos cuenta que el piso no era de tierra, ni de roca, sino de huesos humanos, había algunos enteros, otros quebrados y otros hechos polvo, en las paredes había vestigios de que los huesos habían ido depositándose hasta una altura de tres metros por quince de largo.

 Obviamente ese lugar fue una cámara mortuoria para los antiguos pobladores de la zona, después de tomar foto-grafías y elaborar la topografía de la cueva, mis compañe-ros y yo nos retiramos del lugar con la intención de llevar el reporte al Instituto Nacional de Antropología e Historia para que rescataran estos valiosos restos históricos.

Al día siguiente me enfermé de algo que al parecer era hepatitis, ya que tenía los ojos amarillos, dolor en el hí-gado y cansancio, después de quince días de reposo llevé el reporte al INAH de San Luis Potosí.

Al pasar tres meses y no obtener respuesta de esta institución, llevé otro reporte al INAH Federal con la es-peranza de que llevaran a cabo los estudios arqueológicos, antropológicos e históricos pertinentes, el resultado fue el mismo: no obtuvimos respuesta de ningún tipo por parte de esa institución.

Como última opción mis compañeros y yo decidi-mos tomar algunas fotografías de las osamentas como prueba de su existencia. El día acordado partimos rumbo a la cueva llevando una buena cámara y la iluminación necesaria, pero al llegar al lugar solo encontramos la mi-tad del cerro.

El lugar donde se encontraba la cueva, la historia de sus antepasados y sus ritos funerarios habían desaparecido debido a los trabajos de explotación de la fábrica de mármol.

Lo único que quedó de esta cueva son las fotografías que tomamos en nuestra primera y última visita de explo-ración y en cuanto a mi enfermedad, después hacerme al-gunos análisis clínicos resultó que no había tenido hepatitis de ningún tipo y los médicos no supieron de qué me había enfermado cuando ingresé a esta cueva.

Fotografía: Elena Rodríguez de la Tejera.

Soli Deo Gloria.

 

 

 

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