miércoles, 14 de septiembre de 2022

La casa de Sabas por Juan Cancino Zapata.

Otra de las casas donde espantaban y en la que viví en la década de los sesentas fue en el 105 de la calle Privada Ferrocarril Central, allí también vivía la dueña de esta casa, una señora de unos sesenta y cinco años más o menos, ella era gorda, pelo canoso, trenzado generalmente, usaba un delantal floreado con bolsas al frente, vestía como si fuera de rancho, con naguas también floreadas, blusa y rebozo.

A nosotros nos rentó un cuarto con una cocina y compartíamos la letrina, la señora de nombre Sabas tenía tres habitaciones y una cocina, en el corral tenía muchas macetas, un árbol de pirul y un narciso, esta mujer tenía también en otra parte del corral gallos, gallinas y un criadero de conejos, por las noches aparecían unas grandes y asquerosas ratas grises merodeando el lugar, por lo que también llegaban lechuzas a cazarlas.

Generalmente ella, los fines de semana, se iba a su rancho, el resto de la semana era cuando se le veía en la casa. La gente decía que era curandera o barrendera, pero para otros era una bruja.

En ocasiones yo la veía en el zaguán barriendo gente con un huevo o con ramas de pirul y rezando, mi familia casi no hacía amistad con ella, solo nos saludábamos cuando nos veíamos, como a veces tenía mucha gente de rancho, que esperaba a que la barrieran, nosotros nos íbamos a la casa de mi abuelita Jesús durante el día y solo regresábamos a esta casa dormir. Cenábamos leche y pan, íbamos al baño, rezábamos el rosario y nos dormíamos, para en la mañana temprano ir a la escuela y mi papá al trabajo.

Cierto fin de semana llegamos a la casa y le dije a mi hermana Blanca que me acompañara al baño, ella accedió acompañarme, por lo que encendimos la luz del zaguán y posteriormente la del cuarto de la letrina, yo entré primero y mi hermana me esperó afuera, cuando salí para que ella pasara me dijo, señalándome con la mano: allá, se está moviendo el narciso, ella entró al baño y yo me quedé viendo hacia el fondo del corral, donde se movían las ramas del narciso, éstas bajaban y subían de un lado a otro, observé las otras plantas pero todas estaban quietas, las únicas que movían eran las del narciso, no había ni una brisa de aire que las moviera, al salir mi hermana de la letrina corrimos a decirle a mi papá lo del movimiento del narciso.

Al llegar al cuarto, mi papá ya estaba acostado y aunque le dijimos sobre el movimiento irregular que había en esa planta él solo dijo: ¡Tomen la lámpara que está en el buró y vayan a ver que es! Mi hermana insistió: ¡Papá, es que nos da miedo ir solos hasta allá! El simplemente contestó: ¡Si quieren saber qué es, vayan, no les pasa nada!

Tomamos la lámpara, la encendimos y salimos del cuarto, al finalizar el zaguán aluzamos con la lámpara hacia el corral donde estaba el narciso y a lo lejos vimos que en el lugar en donde se movían las ramas se levantó de repente una flama azulosa del suelo, nos asustamos bastante y regresamos con mi papá, ¡Papá, papá, nos salió el diablo! -dijo mi hermana.

Mi padre preguntó: ¿Cuál diablo? Yo le contesté: ¡Salió lumbre del narciso! Mi padre se sorprendió y en seguida se levantó de la cama, se puso una camisa, el pantalón y los zapatos sin calcetines y dijo: ¡Vénganse, vamos a ver! Salimos detrás de él, que ya llevaba la lámpara en su mano, después de pasar el zaguán le dije: ¡Mira, todavía se está moviendo! -refiriéndome al narciso-. Él con-testó: ¡Ha de estar amarrado de él un chivo o un cochino! Seguimos caminando y al llegar al narciso obviamente ya no había lumbre, pero las ramas se seguían moviendo de un lado a otro, mi papá tomó las ramas en sus manos para que se quedaran quietas y detuvieran su vaivén, enseguida inspeccionó el terreno y dijo: ¡No hay nada quemado, ni huele a humo! ¡Vámonos!

Mi hermana y yo nos adelantamos corriendo y esperamos a mi papá donde empezaba el zaguán, nos detuvimos a ver dónde venía mi papá y vimos que al fondo las ramas habían reanudado su movimiento, le dijimos: ¡Papá, las ramas se están moviendo de vuelta!

Él llegó hasta nosotros sin voltear hacia atrás y ya desde allí pudo ver que efectivamente se seguían moviendo. ¡No se asusten es un movimiento natural! -nos argumentó-. Mi hermana y yo solo cruzamos nuestras cómplices miradas de incredulidad. A la semana siguiente de este incidente ya estábamos viviendo en otra casa de renta.

Platicando con familiares y amigos del barrio sobre este fenómeno, los vecinos de al lado de esa casa y quienes ya tenían muchos años de vivir en esa calle, dijeron que en la casa de Sabas espantaban, que en el corral de esa casa a veces por las noches se veía un indio, que usaba taparrabo, cerca del pirul, lo veían porque éste hacía una fogata que lo alumbraba, que se quedaba sentado como esperando a alguien y que después de un rato llegaban otros indios y apagaban la fogata, que después de eso ya no se veía nada porque el corral quedaba oscuro, pero se escuchaba que platicaban y algo hacían en ese sitio.

Algunas personas comentaban que a lo mejor eran parientes de Sabas, porque ella también era india, los fenómenos se hacían presentes por las noches cuando Sabas no estaba en casa, los vecinos de la calle no tenían mucha amistad con esta mujer porque para algunos, aparte de bruja, decían que tenía pacto con el diablo.

Fotografía: Elena Rodríguez de la Tejera

Soli Deo Gloria

 

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