lunes, 5 de septiembre de 2022

El jinete del cerro, por Juan Cancino Zapata

 


Mi primo Alan gusta ir de vacaciones con su familia a un pequeño pueblo llamado La Concha, municipio de la Huerta, en el estado de Jalisco, en donde tiene compadres y mu-chas amistades.

A él le gusta andar a caballo por lo que se compró una bonita yegua azabache con una mancha blanca en la cara, por la tarde solía salir a campear solo o con amigos por las diversas veredas de la sierra que conducen a otros pueblos.

Un día sacó su hermosa yegua, tomó camino hacia lo alto de la sierra y en medio del monte fue siguiendo diversas veredas que le permitieron admirar bellos paisajes y un impresionante atardecer, para su suerte y subyugado por la agradable tibieza de la naturaleza, lo sorprendió la noche, él sabía que le sería difícil encontrar las veredas por donde había cabalgado, así que decidió subir al cerro más alto para ver si veía algún camino o las luces del pueblo.

Al llegar a la cumbre, ya con la luz de la luna, vio abajo a lo lejos dos caminos anchos como para que circulara una camioneta, uno seguía por su lado derecho al sur y el otro al norte, trató de ver si en el horizonte se observaban las luces o el resplandor de algún pueblo, pero solo se

veían los cerros con su tupida vegetación por todos lados.

Reconoció en ese momento que se había extraviado y que no sabía para donde quedaba el pueblo, ahora tenía la necesidad de tomar el camino correcto para ver si lo acercaba a su deseado destino.

 Dudando sobre cual camino tomar se mantuvo montado en la silla de su yegua y se preguntó a sí mismo en voz alta: ¿Cuál camino tomo? Sintió un escalofrió que le recorrió desde la nuca hasta debajo de la cintura cuando escuchó atrás de su yegua una voz grave que le dijo: ¡El de la derecha!, volteó por reflejo hacia atrás y vio como un metro detrás de su bello animal la sombra negra de un jinete con un gran sombrero, como de charro, montado a caballo.

Al ver que esto apareció de la nada atrás de él, Alan clavó las espuelas rápidamente en su yegua, la que respondió inmediatamente corriendo y bajando a todo galope, y tomó el camino de la derecha. Las ideas a mi primo se le iban agolpando en la cabeza, martillándole la mente sin cesar sobre el jinete que había aparecido de la nada ¡Debe ser un muerto, un ánima o el mismo diablo! –Se dijo- ¡No escuché que se acercara, todo estaba en silencio! ¡Ni la ye-gua sintió nada, porque ella se hubiera puesto nerviosa si hubiera escuchado acercarse a otro caballo! La esperanza de llegar a su destino le llenó el pecho con el siguiente deseo:

¡Ojalá que este camino si vaya para el pueblo!, estaba tan nervioso y asustado que le costaba trabajo voltear hacia atrás, temía que el jinete lo viniera siguiendo, sin embargo se armó de valor y cuando lo hizo solo vio con la luz de la luna el camino que iba dejando atrás, afortunadamente no lo seguía nada, más que el polvo levantado por las patas de la fiel yegua.

Después de un rato dejó de galopar y se fue al trote para no cansar al animal, a lo lejos vio las luces del pueblo y se sintió a salvo. Llegó a su casa después de medianoche, donde su esposa ya lo esperaba con preocupación, al entrar y ver a su familia sintió como si volviera a nacer, abrazó a su esposa e hijos y les contó lo sucedido, ella amablemente le pidió que rezaran un poco para que se tranquilizara, después de hacerlo él se sintió mucho mejor y pudo irse a descansar más relajado.

Platicando al siguiente día con sus amigos sobre su extravío y el jinete aparecido a sus espaldas, uno de ellos le dijo seriamente: ¡Pues te fue bien! porque el jinete se les ha aparecido a otros y los manda por un camino que los aleja del pueblo, aquí en la Concha a varios hombres se les ha aparecido y los ha mandado por otro camino para que se pierdan.... ¡Se me hace que le has de haber caído bien al

“amigo”!, Alan solo respondió alegre: ¡Pos que bueno que así fue, porque en verdad, en la obscuridad de la noche ya estaba muy, pero muy perdido!

Soli Deo Gloria

 

 

 

0 comentarios:

Publicar un comentario