Mi primo Alan gusta ir de vacaciones con su familia a un pequeño pueblo llamado La Concha, municipio de la Huerta, en el estado de Jalisco, en donde tiene compadres y mu-chas amistades.
A él le gusta andar a caballo
por lo que se compró una bonita yegua azabache con una mancha blanca en la
cara, por la tarde solía salir a campear solo o con amigos por las diversas
veredas de la sierra que conducen a otros pueblos.
Un día sacó su hermosa yegua,
tomó camino hacia lo alto de la sierra y en medio del monte fue siguiendo diversas
veredas que le permitieron admirar bellos paisajes y un impresionante
atardecer, para su suerte y subyugado por la agradable tibieza de la
naturaleza, lo sorprendió la noche, él sabía que le sería difícil encontrar las
veredas por donde había cabalgado, así que decidió subir al cerro más alto para
ver si veía algún camino o las luces del pueblo.
Al llegar a la cumbre, ya con
la luz de la luna, vio abajo a lo lejos dos caminos anchos como para que
circulara una camioneta, uno seguía por su lado derecho al sur y el otro al
norte, trató de ver si en el horizonte se observaban las luces o el resplandor
de algún pueblo, pero solo se
veían los cerros con su tupida
vegetación por todos lados.
Reconoció en ese momento que
se había extraviado y que no sabía para donde quedaba el pueblo, ahora tenía la
necesidad de tomar el camino correcto para ver si lo acercaba a su deseado
destino.
Dudando sobre cual camino tomar se mantuvo
montado en la silla de su yegua y se preguntó a sí mismo en voz alta: ¿Cuál
camino tomo? Sintió un escalofrió que le recorrió desde la nuca hasta debajo de
la cintura cuando escuchó atrás de su yegua una voz grave que le dijo: ¡El de
la derecha!, volteó por reflejo hacia atrás y vio como un metro detrás de su
bello animal la sombra negra de un jinete con un gran sombrero, como de charro,
montado a caballo.
Al ver que esto apareció de la
nada atrás de él, Alan clavó las espuelas rápidamente en su yegua, la que respondió
inmediatamente corriendo y bajando a todo galope, y tomó el camino de la
derecha. Las ideas a mi primo se le iban agolpando en la cabeza, martillándole
la mente sin cesar sobre el jinete que había aparecido de la nada ¡Debe ser un
muerto, un ánima o el mismo diablo! –Se dijo- ¡No escuché que se acercara, todo
estaba en silencio! ¡Ni la ye-gua sintió nada, porque ella se hubiera puesto
nerviosa si hubiera escuchado acercarse a otro caballo! La esperanza de llegar
a su destino le llenó el pecho con el siguiente deseo:
¡Ojalá que este camino si vaya
para el pueblo!, estaba tan nervioso y asustado que le costaba trabajo voltear
hacia atrás, temía que el jinete lo viniera siguiendo, sin embargo se armó de
valor y cuando lo hizo solo vio con la luz de la luna el camino que iba dejando
atrás, afortunadamente no lo seguía nada, más que el polvo levantado por las
patas de la fiel yegua.
Después de un rato dejó de
galopar y se fue al trote para no cansar al animal, a lo lejos vio las luces
del pueblo y se sintió a salvo. Llegó a su casa después de medianoche, donde su
esposa ya lo esperaba con preocupación, al entrar y ver a su familia sintió
como si volviera a nacer, abrazó a su esposa e hijos y les contó lo sucedido,
ella amablemente le pidió que rezaran un poco para que se tranquilizara,
después de hacerlo él se sintió mucho mejor y pudo irse a descansar más
relajado.
Platicando al siguiente día
con sus amigos sobre su extravío y el jinete aparecido a sus espaldas, uno de
ellos le dijo seriamente: ¡Pues te fue bien! porque el jinete se les ha
aparecido a otros y los manda por un camino que los aleja del pueblo, aquí en
la Concha a varios hombres se les ha aparecido y los ha mandado por otro camino
para que se pierdan.... ¡Se me hace que le has de haber caído bien al
“amigo”!, Alan solo respondió
alegre: ¡Pos que bueno que así fue, porque en verdad, en la obscuridad de la
noche ya estaba muy, pero muy perdido!
Soli Deo Gloria
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