Ejemplo de servicio
Por amor al prójimo
El 14 de noviembre de 1996, Roberto Reynoso recibió la llamada del
eterno descanso. Por alguna extraña razón desde mi niñez tuve una especial
admiración por ese hombre de gesto adusto, de cámara fotográfica al hombro,
encaramado en su vieja motoneta azul, Islo, 175; en la cual, se desplazaba de
un punto hacia otro de mi querido Rioverde, el de las grandes huertas de
naranjas y cañaverales, para cubrir el suceso que publicaría en el diario El Heraldo, y que los rioverdenses
esperábamos cada mañana para leer con avidez.
Toda vida bien empleada es una larga vida. El 17 de marzo de 1936 nació
el niño a quien bautizarían como Roberto, sus padres fueron Alfonso Reynoso
Bermúdez y Antonia Parra. Su instrucción primaria la realizó en el colegio Ignacio Zaragoza. En el año de 1949
continuó sus estudios en el Ateneo Potosino de la capital del estado, y al
concluir su nivel secundario ingresó al grupo 5 de Boys Scout del barrio de San
Miguelito.
Este movimiento Scout le acrisoló su espíritu de servicio que le
caracterizaría el resto de su existencia. La vida de Roberto Reynoso no fue más
que la suma de actos de entrega al prójimo.
El viejo Rioverde era arrullado en convivencias vespertinas donde todo
mundo nos saludábamos: niños y adultos, ricos y pobres, el Rioverde de los
solkis, de las carretas de bueyes y de los aguadores; ese Rioverde sin muchas
opciones de estudio, por lo que Roberto Reynoso ingresó en 1952 en la Academia
Comercial Standard de la Miss Chepa,
donde concluyó su carrera como Taquígrafo Secretario, en la cual fue un alumno
destacado.
Viajó a los Estados Unidos de Norteamérica con la finalidad de
especializarse en el idioma inglés. Estando en la unión americana recibió
instrucción militar en la Fuerza Aérea durante dos años, lo cual explicaba la
disciplina férrea con la cual asumió cada empresa que emprendía.
Ya con el dominio del idioma inglés, impartió esta cátedra en algunas
academias comerciales y secundarias particulares, como la nocturna por
cooperación para trabajadores, y nunca cobró un solo centavo.
En 1959 contrajo nupcias con la señorita Alejandra Pérez Hernández con
quien procreó siete hijos. En 1961 ingresó a la empresa El Heraldo de San Luis Potosí como reportero gráfico, cuya función
desarrolló de manera muy profesional. Fue cuando comencé a profesarle gran
admiración y respeto, a quien escribió durante años una serie de reportajes y
notas que le dieron relevancia en el periodismo.
Corría el año de 1962 cuando ocurrió la caída del avión T-29 de la
Fuerza Área de los Estados Unidos. Se desplomó en la sierra de Derramaderos cerca de Concá, Qro. Se
trasladó en su motoneta hasta Arroyo Seco, Qro., y de ahí a lomo de mula llegó
hasta el lugar exacto donde encontró el avión. Tomó fotografía y las envió a su
casa editora en San Luis Potosí, siendo el primer y único periodista que arribó
al lugar. Esta nota, y lo digo con orgullo, le dio la vuelta al mundo, me
consta porque a falta de televisión encendía mi radio Royal, de bulbos, en la onda corta, y escuché en Radio Habana Cuba
la nota del avión caído, dando los créditos a Roberto Reynoso corresponsal del
El Heraldo de UPI.
En una radioemisora de Estados Unidos también escuché la nota. Lástima
que no había premios de periodismo ni reconocimientos, únicamente su casa
editora lo nombró Jefe Regional de El Heraldo, en reconocimiento a su odisea
realizada. Hasta la fecha los restos del avión permanecen en el lugar. Además,
con su buen nivel del idioma inglés le sirvió para entrevistar a diplomáticos y
oficiales de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos que arribaron con motivo de
ese accidente.
En 1963, al advertir que en el pueblo había algunos muchachos traviesos
que pateaban puertas y corrían, bajaban naranjas de los carretones, a lo más
llegaban, era hacer correr al agente de tránsito Agustín Méndez, alias don Agus, al cual, le echaban las bicicletas
y motos encima para hacerlo rabiar, y que don Agus los correteara. Recuerdo al Rolas, al Diablo, al Chimino, a Ernesto Medina, al Tobi, al Bucho, a la Pingüa, los
Praxedis (Heriberto y José Luis) y al terrible Bucher.
Pues para poner en paz a esos muchachos, Roberto Reynoso en compañía de
Abel Ramírez Moctezuma formaron el equipo de beisbol Los Broncos de Reynoso, en alusión a los Broncos de Reynosa de la
liga mexicana de beis bol, entonces en boga.
Por esos años explotó la fragua de los hermanos Cedillo, quienes eran
sus amigos y vecinos de la calle Centenario, los cuales sufrieron lesiones y
quemaduras. A raíz de esta explosión, Roberto Reynoso se dio cuenta de otra de
las grandes carencias del municipio: no había un cuerpo de socorro para esos
casos, por lo cual fundó la primera Escuela de Socorrismo con personal y
estudiantes que colaboran como voluntarios. Puso al servicio de Rioverde su
auto particular, un Dodge Acapulco, al cual le colocaba una torreta y sirena de
aire sobre el capacete. Esto hizo que, en 1964 fuera elegido Presidente de la
delegación de la Cruz Roja Mexicana local, desempeñándose como Comandante del
cuerpo de socorristas y enfermeras de dicha institución.
Por 1965 deambulaban dos ancianas implorando la compasión divina por una
caridad, estaban enfermas de lepra, difícilmente alguien se acercaba a darles
una ayuda. En mi pensamiento de niño recuerdo que contenía la respiración
cuando pasaba con mis compañeros frente a alguna de ellas.
Roberto Reynoso conmovido por estas ancianas las siguió hasta sus
casuchas. Las saludó de mano, se sentó sobre una piedra para conversar con
ellas, las entrevistó y quedó enterado de sus condiciones paupérrimas, puesto
que únicamente comían alguna tortilla con chile y raras veces frijoles. Le
narraron que con la limosna que juntaban difícilmente podían comprar algo para
comer, que algunas veces un alma caritativa les dejaba alguna cazuela con sopa
en el suelo, a la entrada de la casa, pero que los perros les ganaban la
comida.
Roberto Reynoso se echó a cuestas, paliarles el hambre y lanzó una
campaña a través de El Heraldo para
recolectar víveres, mismos que recibía en su oficina para llevárselos a las
ancianas. Rememoro el encabezado de una nota que publicó en El Heraldo: Rioverde responde a su llamado y ayuda a las
ancianitas leprosas. Esto es el servicio de amor al prójimo. No era la
Madre Teresa de Calcuta, no era el Padre Damián de Molokai, no era Albert
Schweitezer, tampoco Monseñor Comboni; los cuales por su ministerio atendían
lazaretos. No, Roberto Reynoso era el hombre, el ser humano sensible con un
gran corazón.
De niño cuando iba con mis compañeros a la escuela Vicente Guerrero, donde estudié mi primaria, en aquel tiempo en que
gracias a Dios no había Derechos Humanos,
veíamos pasar frente a la oficina de Reynoso, cómo crecía la pila de alimentos que
llevaría a las ancianitas, y en nuestras infantiles charlas comentábamos ojalá no se vaya a contagiar.
En esa misma época cayó una lluvia radioactiva en Rayón, Roberto Reynoso
se trasladó y tomó fotografías de personas con quemaduras por la lluvia, alertando
a los Servicios Coordinados de Salud a cargo del Dr. Alfredo Villalobos Rodas.
Por su entrega al servicio de la comunidad, en 1967 la Benemérita Cruz
Roja le otorgó la Cruz de Plata y un Diploma al Mérito. En 1969 entregó la
estafeta de la Delegación a otro gran rioverdense, me refiero a don Carlos
Martínez Guillén.
A fines de los setenta y principios de los ochenta, unos muchachos
aventureros: Manuel González Martínez (El loco), Arturo González Pérez
(Lagunillas), Benedicto Aguilar (El Bene), Pablo González (El Pablito), Abel
Ramírez Nieto (El Abel), descubrieron una enorme cavidad a un lado de la gruta
de Catedral. Arturo González le dio a conocer el hecho a Roberto Reynoso, el
cual se trasladó al lugar e inspeccionó la gruta, cámara en mano tomó las
primeras fotografías de esa caverna, hasta entonces desconocida. Al ver una de
las formaciones de las estalactitas y estalagmitas le comentó a Arturo –Mira parece un ángel- dando ese nombre a
la gruta como se le conoce hasta ahora. –Ahí están los testimonios en periódico
El Heraldo.
En los años setenta publicó interesantes reportajes, como la visita de
Álvaro Obregón, la inauguración del ferrocarril, la Planta San Isidro, los
molinos de caña, el gran incendio de los Cuates en Tamasopo, el cierre del
ingenio de Agua Buena, donde laboró Cesar Augusto Sandino, de la Música en
Rioverde y muchos reportajes de carácter histórico.
Por estas mismas fechas, Roberto Reynoso realizó otra intensa campaña a
través de postales de parajes hermosos y fotografías antiguas promoviendo los
lugares típicos, al reverso de esas postales estaba la identificación del lugar
y la leyenda: Visite Rioverde, S.L.P., la
ciudad madre… de la vida padre. Fue un gran promotor del turismo de nuestra
región.
A inicios de los ochenta se creó el Radio Club Rio Verde, donde fungió
como Secretario. Este Radio Club ayudaba en situaciones de emergencia. Recuerdo
a Abel Ramírez Moctezuma, Chato
Limón, Mel Maldonado, Octavio
González de León, J. Concepción Ceballos entre otros. En 1983 fue electo
Presidente de dicha institución y también creó la Comisión Nacional de
Emergencia.
Reynoso comenzó a fraguar la idea para crear un Cuerpo de Bomberos para
esta ciudad. Al dar los primeros pasos en este proyecto, el señor Juan Carbajal
prestó su pipa en situaciones de emergencia. Así el 20 de noviembre de 1984
nació oficialmente el Cuerpo de Bomberos Voluntarios, siendo su primer
Comandante don Roberto Reynoso, segundo Comandante el señor J. Concepción
Ceballos, primeros bomberos Abel Nieto, Juan Morúa, Fitos, Margarito N, Juan Rico, Quique Contreras, y Manuel Rodríguez
gran benefactor de bomberos en sus inicios, los bomberos niños Enrique,
Alejandro Reynoso Pérez, René Ceballos Jaramillo, Juan José Ramírez Rico,
Salvador Flores Sánchez El Cotolo, Hilario
Vázquez Méndez, Bucho.
El Club Rotario al ver el trabajo que se estaba realizando hizo un
donativo de $400,000 con lo que se compró un chasis cabina Dodge, modelo 70, al
cual le colocó un tanque con capacidad de 10,000 litros, los primeros servicios
se prestaron con el apoyo de cubetas, por lo que las rechiflas en los incendios
no se hacían esperar.
En un rescate que prestó en la Cuesta
del Tigre extrajo el cuerpo de un conocido joven rioverdense que falleció
prensado en su auto. El señor Arturo Castillo gestionó la donación del motor VW
para el cuerpo de Bomberos, al cual le acopló dos bombas centrífugas de dos
etapas, quedando armada la primera unidad conocida como M-1. El señor Octavio
González de León prestaba las instalaciones de su negocio para guardar el
camión y equipo con que se contaba.
En 1985 el comandante Reynoso gestionó la donación de la actual Estación
de Bomberos, que formalizó la Sra. Leticia Urbiola, Presidente Municipal,
mediante un contrato protocolizado, y así, quedó constituido el H. Cuerpo de
Bomberos Voluntarios de Rioverde.
En estos inicios se dio gran hermandad con los elementos de la Policía
Federal de Caminos, los cuales pernoctaban en nuestras instalaciones y quienes
colaboraban como voluntarios en incendios y apoyaban en las colectas que se
organizaban en carretera para allegar fondos y mantener a flote la institución,
tan llena de carencias. Esos oficiales eran el Cap. Gómez, Pavel, Ramsés -Hago
aquí un paréntesis para hacer mención que uno de esos oficiales nos platicaba
la experiencia que tuvo como chofer del Papamóvil en la primera visita que
realizara su Santidad Juan Pablo II a México. Me refiero al oficial Ramsés.
Es quizás ésta, la mayor empresa que realizó el señor Roberto Reynoso
Parra, y con la cual, la mayoría de la gente lo asocia. Sin embargo, como cité
anteriormente, tuvo una larga vida de entrega al prójimo. Recuerdo cómo
recurría a él la gente de escasos recursos a pedirle ayuda para resolver
cualquier problema. Señoras humildes llorosas que se acercaban a pedirle que
les ayudara para sacar de la cárcel a
muchachos que estaban detenidos por faltas menores. Se trataba de muchachos
peleoneros en la calle, borrachitos tirados en la banqueta, mioncitos en la vía pública, y que al no
tener dinero para pagar la multa que era desde los cincuenta hasta los
doscientos pesos, acudían para que los ayudara.
Otras veces recurría al apoyo de amigos como Chester, quien tenía el tradicional restaurant Rivera, para pedirle
que proporcionara alimentos a personas que bajaban de la sierra con enfermos.
En los desfiles del 20 de
Noviembre que él y todos los bomberos siempre esperábamos con mucha
emoción, se hacía patente el respeto, admiración y cariño del pueblo de
Rioverde hacia esta institución creada por él, y en especial a su persona.
Muchas veces observé al paso de nuestro grupo, que la gente se arremolinaba
para ver mejor nuestra columna, y alcancé a escuchar los comentarios acerca de
nuestras intervenciones en algún siniestro, y cómo las viejecitas y humildes
señoras nos esparcían sus bendiciones, pidiendo a Dios que nos cuidara al
brindar nuestros servicios.
El Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Rioverde por muchos años fue el
único en la Zona Media del estado. Prestaba apoyos y servicios no solo en
nuestros municipios vecinos, sino también en el Estado de Querétaro y
Guanajuato. Actualmente es uno de los mejores equipados del centro de la
República.
Como miembro de varios cuerpos de bomberos que he sido, me quedó marcado
lo siguiente:
En Bomberos de Querétaro aprendí a ser osado y valiente en los servicios.
En Bomberos de San Luis amplié mis conocimientos de bomberismo.
En Bomberos de Rioverde aprendí el servicio, la entrega al prójimo sin
miramientos, sin distinción de razas, de credos, de niveles sociales, era la
doctrina de Roberto Reynoso Parra.
A esto solo falta agregar que fue una persona muy
conocida por su labor en beneficio de la comunidad y periodista del diario El
Heraldo de 1964 a 1978, corresponsalía Zona Media en el que publicó varios
reportajes de la historia de Rioverde, así como reportajes de la época como el
avión caído en Desparramadas; La Planta, de 5 noviembre 1970; Cuando se cayó la
torre de la Iglesia de Rioverde, La tienda más grande de Rioverde. La visita
del general Obregón, publicada el 24 de Junio de 1970; La inauguración del Ferrocarril,
publicada el 14 de julio de 1970; música, Arrullo del Rioverde, del 7 de
septiembre de 1970; los Molinos de Caña, del 19/20 de enero de 1971; Desde la
Media Luna, 6 enero 1971; Desaparece el
Ingenio Azucarero de Agua Buena, de 4 febrero de 1971; Tamasopo, paraíso único,
de 24 febrero 1971; Gran Incendio en Las Cecates, Tamasopo, 26 febrero 1971; La
Media Luna un Paraíso subacuático, 6 de
enero y 14 de mayo de 1971; la Media Luna del 13 de octubre de 1971 y el
general Ignacio Galván Torres del 3 y 10 de mayo de 1976.
Al dejar el periodismo se dedicó a su Foto Estudio.
Además, su generosidad se extendió hacia la Cruz Roja Mexicana, delegación Rioverde,
también a Radio Brigada de auxilio al Cuerpo de Bomberos donde fungió como su
primer Comandante y uno de sus fundadores. Su labor en beneficio de sus
semejantes resulta invaluable.[2]
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