viernes, 15 de abril de 2022

Don José Carmelo Posadas por Mayo Nieto.



En el camino a mi escuela primaria, media cuadra antes de llegar, estaba la tienda de abarrotes “La Competidora”. En la esquina que la vieja calle Ponce hacía con la Juárez. Mucho antes en ese lugar empezaba el Camino de los Alonsos, y ahí vivió mi abuelo.

“La Competidora” era atendido por su dueño, Don José Carmelo Posadas, quien era mi tío por estar casado con una hermana de mi padre, mi tía Consuelo.

Era una pequeña tienda, con un mostrador lleno de anaqueles con toda clase de productos. A la entrada, en la esquina, había un enorme tambo lleno de petróleo diáfano, que daba el olor a la atmósfera del negocio, una mezcla de petróleo y semillas. Todavía hoy, cuando oigo hablar de “barriles de petróleo”, me acuerdo de aquel tambo. Afuera de la tienda estacionaba su pequeño Renault rojo donde apenas cabía mi tío.

Mi tío Carmen, como le decíamos, fue siempre muy atento conmigo, no obstante que nuestras familias no se frecuentaran tanto. Nunca he sabido si entre mi papá y su hermana hubo alguna clase de problema, porque a pesar del trato cariñoso que me deparaban, no dejaba de sentir cierta distancia, que no existía con mis otras tías.

Cuando yo estaba en la primaria mi idea de la familia era abstracta. Del lado de mi madre, estaban los parientes de Chihuahua, entonces desconocidos para mí.

Del lado de mi padre, personas muy serias y solemnes con historias desconocidas que me ha costado toda la vida ir descifrando. Nunca escuché de mi papá una palabra sobre sus hermanas y hermanos. Vivían rodeados de silencio, de extrañeza.

Todos los días saludaba a mi tío Carmen cuando pasaba por “La Competidora” y de vez en cuando me paraba a comprar estampitas para algún álbum, que los niños competíamos en llenar primero.

Recuerdo un álbum de animales que casi todos mis compañeros habíamos llenado excepto por una figura que aún no había “salido”: la jirafa. Comprábamos desesperados aquellos sobres con tres estampitas a diez centavos, con la esperanza de ser el primero en obtener la preciada jirafa.

Había días que en mi casa se rompía el silencio, en la forma de vidrios que se estrellan y gritos que se ahogan. Y yo salía despavorido por el único camino que me sabía, el de la escuela, que pasaba por “La Competidora”, donde mi tío Carmen me detuvo porque vio mis ojos anegados de petróleo, y me dio un sobre con tres estampitas: el quebrantahuesos, el zorro... y la jirafa.

– Hijo- dijo mi tío Carmen– la jirafa es uno de los animales más grandes sobre el planeta y al mismo tiempo es el más silencioso.

Ayer me encontré con sus hijos y nietos, y me dio mucho gusto seguir sabiendo de mi familia, tan grande y silenciosa.

Dedicado a Salvador Nieto Q.E.P.D.

Atte. R2D2


0 comentarios:

Publicar un comentario