Renuncio a
los atardeceres
muriendo
tras el horizonte.
Renuncio al
viento
enmarañado
en tu cabellera y cabalgando sobre ella.
Renuncio al
mar
de tus
profundos ojos.
Renuncio al
aroma
de tu sexo
sobre las flores.
Pero no
renuncio
a tu
caricias obre el lomo de las montañas
a tu caricia
que al mismo tiempo
es de Venus
y de la parca.
Anónimo
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