LA HISTORIA DE UNA CASA
DE NUESTRO CENTRO HISTÓRICO
Por José Guillermo Alvarado Orozco
Lo dedica a su tía, la señora Emma Flores de Alvarado
El
miedo a quedarme solo en el céntrico caserón, me costeó una serie de sueños
recurrentes: caminar en penumbras por el desolado patio. Enseguida despertaba
ahogado en el vacío, con la sensación de aprisionamiento de los fantasmas del pasado.
Una tarde, inesperada por cierto, cuando las hojas del calendario realizaron el
temido futuro, fue agridulce comenzar a vivir el onírico trance.
En
el mismo S. XVII de la fundación de la Misión de Santa Catarina Virgen y Mártir
del Río Verde, llevada por feliz término por Mollinedo allá, junto al Ojo de
Agua de Ciudad Fernández; sus sucesores juzgaron conveniente trasladar el
primigenio asiento al Palmar, antigua denominación del paraje en el que se
dispuso el trazo del primer cuadro de esta Ciudad.
Contemplando
la Real Ordenanza de Felipe II, se clavaron las estacas y tensaron los cordeles
para dar forma a la Plaza Real, calles y manzanas circundantes.
Los
criterios usados para la adjudicación de los solares, pudieron haberse apegado
o no a la citada normatividad; la interrogante se hizo eterna cuando en Marzo
de 1849 los revolucionarios de Sierra Gorda incendiaron los protocolos del ayuntamiento.
En
la calle que salía del norte de la plaza Real, justo del lado de la
desembocadura del camino a Santa Elena – Hoy Cd. Fernández – para cerrarse en
breve recorrido de dos cuadras con las parcelas que existían en la actual calle
Guerrero, se conformó un solar excepcional por su generosa superficie de 879.40
metros cuadrados, localizados en lo que sería el área comercial más rentable en
el corazón de la ciudad.
Es
factible que al jefe de alguna de las tantas familias de indios pames,
denominados conversos o de tabla por haberse avecindado en la misión, se le
haya dado posesión de ese solar; y de inmediato, para crear derechos, levantó
su choza al frente y labró su frondosa sementera.
El
terreno se conformó como un rectángulo irregular, con seis líneas quebradas en
el largo sur, que se expanden tendenciosamente en tres vértices; esta
irregularidad sustenta la tesis de que el primer poseedor pudo haber invadido
los fondos de los solares adyacentes, muy olvidados por solo interesar a sus
dueños los frentes en la desembocadura o último tramo del camino Real – calle
del Comercio o Paulo Verástegui -.
El
largo norte es una recta de 55.60 metros
por haberse, desde un principio, así trazado; lo comprueba el acoplamiento a
esa línea el ala izquierda de la casa número 125 de Moctezuma, y los fondos de
los lotes que dan a la calle 5 de Mayo.
En
el año de 1836, estando el solar en legítima posesión de Eufrasio Rodríguez,
procedió a enajenarlo a la señora doña Francisca Reyes, con la previa anuencia
de su esposo don José Pilar Alvarado.
Doña
Francisca, al igual que sus hermanas Felipa de Castro y Luisa Miqueleyes,
provenían del antiguo Valle del Maíz – hoy Cd. Del Maíz -, y su avecinamiento
en Rioverde, junto con algunos extranjeros y demás gente de poblados tanto
aledaños como distantes, se debió a un fenómeno de migración propiciado por la
extinción de la exclusividad del pueblo de Indios; una de las tantas
consecuencias que trajo el triunfo de la Guerra de Independencia.
Desde
aquel año lejano, en el que ejercía el gobierno de San Luis Potosí Juan José
Domínguez, y el de la República don José Justo Corro, Rioverde resultaba
atractivo por la abundancia de sus aguas y la fertilidad de sus tierras; mas no
por su localización geográfica que lo aislaba de los principales caminos
nacionales.
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